Se cumplen hoy cien días de la toma de posesión del nuevo Ayuntamiento ilicitano que preside la alcaldesa del Partido Popular Mercedes Alonso García. El solemne acto institucional supuso, entre otras cosas, por un lado que una mujer llegara a la Alcaldía en la ciudad de las palmeras y, por otro, el relevo en el poder municipal después de 32 años de hegemonía del PSOE. Este centenar de jornadas simbolizan el tiempo prudencial que se suele dar a todo cargo para que "aterrice" y poder hacer un primer balance de gestión. Lo primero que hay que destacar es que si en política son muy importantes los gestos, la flamante alcaldesa los ha protagonizado a diestro y siniestro. Me explico. Nada más llegar al cargo presidió la procesión del Corpus, retiró el monolito dedicado a la Pasionaria, renombró la Avenida del Ferrocarril que pasó a llamarse Vicente Quiles, limpió la pinada de La Marina, apostó por una pregonera local para les Festes d'Agost, cambió de ubicación las mascletás y abrió una parte del convento de las Clarisas al público. A todas estas decisiones hay que sumar otros "gestos" como la renuncia al coche oficial, al sueldo o la contratación de su hermana como cargo de confianza, que desataron un largo debate y que, sin duda, componen un nutrido catálogo de acuerdos que no está nada mal para un primer trimestre de gobierno. Otra cosa es que el vecindario aprecie como urgentes o necesarias algunas de estas medidas. Con la que está cayendo, la lupa y el escrutinio seguramente que se aplicarán más al apartado económico que al ideológico, lúdico, cultural etc. Y aunque es verdad que la creación de empleo o aminorar la crisis no están dentro de las competencias municipales, también es inevitable que los ciudadanos sean más sensibles con el paro o con el bienestar y, a la larga, puedan terminar valorando la gestión local por ambas cuestiones.