Una banda de fascistas militares asesinó al jesuita Ignacio Ellacuria, junto a otros compañeros y a sus dos empleadas en El Salvador. No se sabe la verdad, no se ha hecho justicia, no podemos perdonar. Este es el mensaje con el que la gente de la Universidad a la que pertenecían ha lanzado. Y este es el mensaje al que me uno ante esa barbarie matarife de una ultraderecha asquerosa y repugnante.

Este semana he vuelto a llorar. Lo hago casi siempre que contemplo esas imágenes dantescas de las Torres Gemelas seccionadas desde el mal. He sido invitado por la Embajada de EEUU a un acto sencillo, y noble, en el Museo Reina Sofía para honrar a las víctimas. Yo soy pro americano. No soy anti yanqui. Lo siento. Me encanta ese país que me dio cobijo. Con todas sus grandezas y sus miserias. Pero admiro su democracia y admiro a su gente. Eso es lo que hay.

En París, en la misma semana, he tenido el honor de asistir al Congreso de las Víctimas del Terrorismo presididas por los Príncipes de Asturias. Con amplia presencia de varios ministros franceses. Y también he llorado. Desde el anonimato de no ser víctima, pero desde el destrozo humano de ver sufrir a estas personas despojadas de sus seres queridos por un puñado de sabandijas que empiezan quemando banderas de España, destrozando la foto de los Reyes y acaban poniendo bombas lapas. No es ésa la secuencia. Es verdad. Porque todos los nacionalistas no son terroristas, pero todos los terroristas sí son nacionalistas.

Dicen que el terror de ETA se acaba. Hay una corriente política empeñada en pedirles a las víctimas esfuerzos incomprensibles. Si como enterrar a tu padre, o a tu hijo, no fuese el supremo esfuerzo. Un silencio, piden, "cómplice con la nueva realidad sociopolítica". Simplemente vomitivo. Algunos de estos conversos, son los mismos que piden juzgar los crímenes de la dictadura franquista, pero perdonar u olvidar los crímenes de esta democracia perpetrados por una banda de pistoleros. ¿Quién entiende esto?

Yo no sé cómo va a acabar esto. Pero sí sé qué es lo que debería tenerse en cuenta. Y no es el odio de las víctimas, que se lo comieron entre ataúdes enfundados en banderas que hoy queman. Son las memorias de los que inocentemente, repito inocentemente, fueron desposeídos de su más sagrado bien: la vida. Por ello se deberá esclarecer la verdad de cada uno de los asesinatos y atentados producidos. Se tiene que saber porqué y por quién se han producido. A continuación se debe impartir justicia. Porque el silencio, el olvido o la amnistía sólo conducen a ahondar más el sufrimiento del que perdió al ser querido. La justicia no es la revancha, ni el odio. Es la constatación de que las acciones malas tienen responsabilidad social y penal. Una sociedad democrática y justa no permite la sinrazón de que la vida se elimine al libre albedrío y sin coste. No hay responsabilidad ética sin una justicia que dictamine las acciones buenas de las malas. Que no distinga entre vivir y matar. Que haga posible que una idea empuñe un arma y la descerraje sobre la mente de otro que no piensa como yo. No, rotundamente no.

Si hay verdad, y hay justicia, la dignidad de las víctimas podrá recomponer el perdón. Que es sólo patrimonio de los que sufren. El perdón no lo administrará ni el Estado, ni la justicia que emana del mismo. Será una concesión, arbitraria, que cada uno de los que enterraron a su sangre, administre y gobierne. ¿Tiene usted el valor de pedirle a la madre de un guardia civil de veinte años asesinado por ETA que perdone? Esa madre, seguramente lo hará. Pero lo hará sabiendo que se ha hecho justicia, habiendo puesto la verdad encima de la mesa. Y la verdad es tozuda pero es la verdad. Unos matan por reivindicar una patria, una bandera, una quimera. Y otros defienden que la democracia defienda a todos, incluso a los que no piensan como yo. Pero hay una diferencia fundamental. No hay vida humana que deba sacrificarse por ninguna idea. Lo contrario es fascismo puro. Y el perdón sólo es posible cuando los fascistas no pueden matar. Y si lo hacen, la justicia actúa. El fascismo es de derechas y es de izquierdas.