Para muchos profesores y alumnos el nuevo curso representa una excelente ocasión para reanudar los contactos agradables entre ellos, el trato de los profesores con sus colegas de las diversas disciplinas, el diálogo de los alumnos con sus maestros, con el deseo de encontrar las respuestas adecuadas a sus inquietudes últimas y fundamentales.

El Papa, Benedicto XVI, en su encuentro con profesores universitarios jóvenes, en la Jornada Mundial de la Juventud del pasado agosto, expuso una excelente doctrina sobre esta relación humana y académica.

Les decía: "Cunde en la actualidad una visión utilitarista de la educación, también universitaria, defendida especialmente desde ámbitos extrauniversitarios. Sin embargo, vosotros sentís, sin duda, el anhelo de algo más elevado, que corresponda a todas las dimensiones, que constituyen al hombre".

La visión utilitarista se tiene cuando se utiliza la educación como medio práctico y fundamental de conseguir ventajas económicas, sociales y políticas, sin interesarse por la verdad de la vida, del hombre, de la naturaleza y de la historia.

Frente a esta deformación, Benedicto XVI decía a los jóvenes profesores: "Os animo encarecidamente a no perder nunca la sensibilidad e ilusión por la verdad, y a no olvidar que la enseñanza no es escueta comunicación de contenidos sino formación de jóvenes, a quienes debéis comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad, que poseen en lo profundo".

Ahora bien, el camino hacia la verdad completa compromete al ser humano; es un camino de la inteligencia y del amor. Porque no podemos avanzar en el conocimiento de la verdad si no nos mueve el amor, ni tampoco podemos amar algo en lo que no vemos verdad y racionalidad. Esta es la tarea y la función del curso, que empieza.