Nos duele Grecia, aunque no al modo en que a Unamuno le dolía España, y es que el dolor tampoco es lo que era. Durante los años del existencialismo viajé a Grecia con barba y cachimba, para ver el Partenón. Entonces no había en mi vida prima de riesgo ni deuda soberana ni cash flow, no había nada de lo que ahora abunda. Onassis se había casado con la viuda de Kennedy y el mundo era, dentro de lo que cabe, un sitio amable y confiado. De hecho, tuve un amigo que estudiaba para indigente (clochard, decíamos entonces) porque cierta clase de indigencia era una salida intelectual, más o menos. Ahora para mendigar no necesitas titulación. En EE UU hay ya 40 millones de personas que viven en la miseria. Cuarenta millones, se dice pronto, los juntas todos y te sale un país más grande que Grecia, con su deuda soberana, su PIB, su economía sumergida, sus gramáticos, sus peluqueros y demás constantes vitales.

Volví a Grecia años después, esta vez de hippy, con flores en el pelo, para asistir a la caída del sol en el golfo de Corinto. Acudíamos cada día cinco o seis personas, de distintas nacionalidades, todos con flores en el pelo y barba. Cuando la puesta de sol se completaba, asentíamos con la cabeza, como tras recitar un poema de Baudelaire, y nos retirábamos a la pensión, para leer a Sartre. Entonces se hacían las cosas así. Un martes oías hablar del Machu Pichu y el jueves de la misma semana cogías la mochila y te ibas al Machu Pichu con dos pesetas en el bolsillo. Para entonces ya habíamos descubierto que el dolor de España de Unamuno, tan magnificado por los libros de historia, eran en realidad gases. Los problemas de España han sido fundamentalmente digestivos, por eso aquí se ha consumido tanto bicarbonato. El desarrollo empezó con el advenimiento de la Sal de Fruta Heno, que era un bicarbonato sofisticado.

Desde la flatulencia evolucionamos hacia las enfermedades coronarias. Por eso ahora nos duele Grecia, porque la situación es de infarto. Cuando Unamuno, el colesterol ni se había inventado, de modo que las anginas de pecho carecían de prestigio. Decir ahora en una reunión que te duele Grecia queda bien. No paramos de evolucionar hacia la nada.