El Circo de los Horrores. Plaza de Toros de Alicante. Idea y dirección artística: Suso Silva.

No es la primera vez que nos visita. No está permitido escapar una vez comenzada la función y es importante que vigile su cuello. La pesadilla empieza antes del inicio. La espesa niebla cubre la entrada y Belcebú hace de las suyas sacudiendo el látigo. El loco de la sierra mecánica amenaza a un público predominantemente joven y con ganas de juerga bajo la carpa del Circo de los Horrores. Es el aperitivo de la "maravillosa poética del horror". Acaba usted de aterrizar en una especie de parque temático. Ahí está el cementerio gótico de principios del siglo XIX con la atmósfera y el espacio sonoro envolviendo a los espectadores que inundan las sillas en busca de golpes audiovisuales. El circo ha muerto. Lo desentierran y transita un terroríficamente divertido desfile de criaturas. Algunas bellas y más de una bestia. ¿Está convencido de que nada le puede sorprender? Pruebe esta fusión circense, teatral y cabaretera. Una historia, un hilo conductor, números variados y cierta dosis de erotismo entre tinieblas. Penetre en la oscuridad y vea la demoníaca danza de las almas perdidas, las acrobacias de altura de una muy elástica momia o a Grimo, el revoltoso y truculento payaso (Javier Álvarez Travet). Encuentra bufón espontáneo, quiere matar de risa, le gusta la guillotina y puede asustarse creyendo ver a Belén Esteban en las gradas. El maestro de ceremonias es el cínico Nosferatu. Suso Silva lo interpreta y él es el director de este montaje. Obtuvo el Premio Nacional de Circo 2003 y suya es la innovadora idea, un homenaje al género de terror que se alarga más de dos horas con descanso incluido. La puesta en escena también incluye a dos jóvenes poseídas, más de goma que de carne y hueso, o a la hermosa vampiresa de la serpiente y falsa lanzadora de puñales con la interpretación de Raquel Maldonado, coreógrafa y codirectora del Circo de los Horrores. La dulce y diabólica Sara es hija de Suso y Raquel en la vida real. Un número de sedas aéreas, otro de perfectos equilibristas en el patíbulo de la muerte y uno más de ágiles boleadoras. La exhibición machista de un hábil lanzador de cuchillos y, recién bajado del tren fantasma, Suso Clown con su gran comicidad mímica y la participación de algunos espectadores. Un imaginario vehículo y el rodaje de una película sin palabras con celos y disparos. El jolgorio termina con el monstruoso baile de los vampiros. Y no es difícil asociar la psicosis por la crisis económica con los horrores circenses de Suso Silva.