Para mí la regla fundamental de la economía es la de los vasos comunicantes. Si conectas un vaso con mucho líquido a otro que está vacío, el líquido se desplazará de un recipiente al otro hasta que se iguale la cantidad entre ambos. Con los mercados ocurre exactamente lo mismo. Si conectas un mercado con costes bajos a otro con costes muy altos, desplazarás inmediatamente el trabajo y la renta de un mercado al otro.

Durante el período comunista, los países del Pacto de Varsovia y la China de Mao permanecieron desconectados de la economía occidental. Tras la caída del muro de Berlín, las economías del bloque soviético empezaron a establecer acuerdos comerciales con Europa y poco a poco fueron integrándose en la economía de mercado llegando incluso a incorporarse muchas de ellas a la Unión Europea. La consecuencia fue clara, se activaron los vasos comunicantes e inmediatamente empezó a fluir el capital hacia esos países generando empleo ya que sus costes eran más bajos que los nuestros.

Sin embargo, en el caso de China, tras su entrada en la asociación de libre comercio, su inmenso mercado se ha conectado con el nuestro, pero sin dejar de ser una dictadura que trata a sus ciudadanos como a siervos feudales, que no tienen derecho a seguridad social, representantes sindicales, que cobran unos salarios de miseria viviendo con sus familias en barracones de fábricas, como si estuviesen permanentemente haciendo la mili todos ellos.

Tengo buenos amigos del sector del calzado que han visitado las fábricas de la China profunda y me narraban escandalizados cómo la sanción leve a un trabajador consistía en la expulsión de la fábrica con toda su familia por una semana. Durante ese período se veían obligados a vagar por las calles con sus hijos y ancianos sin tener derecho a un simple techo bajo el que guarecerse. Este gigante económico que hemos conectado a nuestro mercado es la causa profunda de la crisis que padecemos. Primero inundaron nuestro mercado de productos a unos precios que aquí era imposible producir, destruyendo millones de puestos de trabajo en Europa, después controlaron las redes de comercialización y distribución y finalmente con todo el dinero que han ganado están controlando el mercado financiero mundial.

La dictadura china ha continuado férreamente, como hemos visto recientemente tras la concesión del premio Nobel de la Paz a Liu Xiaobo, lo que ha impedido que esa inmensa riqueza que han generado se haya distribuido entre la población. Al contrario, lo que ha surgido es una ingente cifra de ultra millonarios amparados en el poder del Partido Comunista chino. Mientras, los ciudadanos de a pie siguen sin tener derecho a la seguridad social, a una sanidad moderna, sus fábricas no respetan el medio ambiente porque sale caro y los derechos a la propiedad intelectual no existen -es más fácil copiar que pensar-. En resumen, tratan a sus conciudadanos como las granjas avícolas a las gallinas, todo el día encerradas para producir huevos al menor coste posible.

Como he dicho al principio, la teoría de los vasos comunicantes es inexorable. Esta es la auténtica causa de la crisis, la falta de un Estado del Bienestar en China está haciendo que nosotros, para ser competitivos con ellos, tengamos que perder el nuestro. ¿Y no se puede hacer nada para evitarlo? En mi opinión existe una solución. En España, por ejemplo, el coste de la seguridad social es del 38%, si implantamos tasas compensatorias a los productos chinos del 38% mientras no dispongan ellos de seguridad social, conseguiremos un doble efecto: proteger nuestros derechos y al mismo tiempo ayudar a los obreros chinos a que los tengan. La tasa desaparecería en el momento en que ellos tuviesen seguridad social.

Esta es una decisión que debe ser tomada en conjunto por la Unión Europea. Pero ¿por qué ningún líder la propone? Seguramente porque en Europa manda Alemania y aún no le ha visto las orejas al lobo. Siguen exportando Mercedes a China. Pero es cuestión de tiempo, su economía también caerá en la crisis por el efecto dominó del tsunami financiero que provocará el impago de las deudas soberanas, pero entonces será ya demasiado tarde.

Si no lo hacemos pronto, veremos cómo diversas oleadas de la crisis irán reduciendo sucesivamente nuestros derechos hasta que nos veamos comiendo un plato de arroz en barracones comunitarios. Las leyes de la economía son inexorables y lo estamos viendo en Grecia. Nunca hay suficiente recorte de derechos para reflotar su economía.

El último derecho que perderemos será nuestra democracia, ya que enfrentados a la dictadura china perderemos en una sola generación ese preciado don que nos ha costado tanto conseguir. Alguien dirá que la democracia es un lujo que nos impide ser competitivos.

En todas las crisis siempre surgen movimientos que tratan de acabar con el sistema vigente porque le culpan de los males de los ciudadanos. Aparecerán detractores de la democracia y defensores de la dictadura comunista china como panacea del nuevo orden social y muchos creerán ver en ella la solución de sus problemas. Ya ocurrió en la Alemania de Hitler tras el crack de 1929. No podemos permitir que nos vuelva a pasar.