"Con esta obra benéfica atenderemos a la lactancia de unas pobres criaturas que, sin ella, morirían indefectiblemente y, con ella, salvarán sus vidas". A través de tan exiguas pero contundentes palabras, dictas el 1 de octubre de 1925, definía el decano del Cuerpo de Beneficencia Municipal, doctor Pascual Pérez Martínez, la inmensa labor a realizar diariamente en la recién inaugurada institución social la "Gota de Leche". El ilustre y conspicuo galeno, aún hoy tristemente olvidado por todos nosotros, siempre fue considerado el alma mater de esta obra benéfica, quizá la más importante y destacada de toda la historia de nuestra ciudad. Sin embargo, con él o tras de sí, hubo otros dos médicos implicados en tan bello proyecto asistencial, igual de prestigiosos e igual de ignotos: don Ángel Pascual Devesa y don Rafael Gandulla Coderch. Los nombres y las vidas de todos ellos, sus trabajos y sus esfuerzos, serán muy pronto condecorados con la más alta distinción de la ciudad de Alicante: el título de hijos predilectos.

Que nuestra urbe no siempre ha sido un remanso de paz, bonanza y tranquilidad, es una verdad tan cierta e inmutable que convertiría en un vil y cochino mentiroso a aquel que osara decir lo contrario. Cuando nos acercamos a nuestro pasado, decubrimos un Alicante no exento de enfermedades, hambrunas, pobreza y muerte; una muerte convertida, frecuentemente, en compañera inseparable de los niños.

Ante la insuficiencia que presentaba el sistema de pensiones de lactancia del siglo XIX, nació la "Gota de Leche", una insitución benéfica destinada a alimentar, proteger y curar a los niños más necesitados -familias pobres, huérfanos de madre o padre, mellizos e hijos naturales abandonados-. Al no disponer de excesivos medios ni local adecuado, se acabó tomando la decisión de instalar la "Gota de Leche" en el vestíbulo de nuestro Ayuntamiento, estableciendo además de su alimentación constante, un día expreso para pasar visita pediátrica a los bebés.

Durante sus años de andadura, se suministró una media anual de 30.000 litros de leche y 6.000 biberones, ajustando sus trabajadores de una forma excepcional y eficiente las raquíticas 25.000 pesetas de presupuesto. Sin embargo, ante la necesidad de conseguir medios económicos con los que sufragar tan maravilloso proyecto social, se hubo de organizar anualmente entre la gente más acomodada unas cenas y verbenas estivales en el Paseíto Ramiro, llamadas "Tómbolas", cuyos ingresos se destinaban en su totalidad a la "Gota de Leche". Allí se vendían o subastaban "un sinfín de valiosos regalos con los que el pueblo de Alicante contribuía a la manificencia del festival". Del mismo modo, se celebraban bailes como el "schoti y su manubrio cascabelero, o ritmos modernos y estrepitosos al compás de un jazz-band". A esos desinteresados fines ayudaban y mucho los generosos donativos de personalidades como don Manuel Prytz, don Heliodoro Guillén, don Emilio Varela o don Ángel Celdrán Carratalá.

Que nadie dude que fueron años terribles, muy alejados del romanticismo de sus fotografías en blanco y negro. Ya entonces quedaron patentes las desigualdades sociales, así como la obligación que tenemos con los más desfavorecidos. Afortunadamente, hoy en día no hacen falta juntas benéficas de puericultura y, crisis aparte, las llamadas "clases populares" vivimos con unos medios inimaginables antaño.

Es cierto que gracias a las "Tombolas", la beneficencia pudo resistir con valentía los envites sociales y políticos de aquellos años, sobreviviendo a la Guerra Civil y continuando su inmensa labor acabado el conflicto bélico. Más tan cierto resulta recordar y agradecer en estos días la gran obra asistencial de nuestra ciudad, así como a las personas que se desvivieron para que no les faltara nunca a los más desafortunados ni una "gota de leche".

Gracias, don Ángel. Gracias, don Pascual. Gracias, don Rafael.