Lo más impactante de la cuenta atrás del juicio que volverá a poner a Camps en el candelabro, si antes no sale cantando por peteneras, tendrá lugar el próximo 12 de diciembre cuando el expresidente de la Generalitat haya de comparecer nada menos que ante un jurado popular. Podía haber sido mucho más deslumbrante aún de no haber acudido como ex, cuestión para la que en sus momentos cumbres tampoco parecía tener mucho problema. Pero hasta que llegue el día, la primera imagen llamativa del proceso previo ha saltado con el sorteo en el tesejota de los números para la selección de los miembros del jurado realizado, no se lo pierdan, en un bombo de juguete. La lectura que hubiéramos hecho en otra época habría sido que, dentro de los ridículos medios con que cuenta la Judicatura, éste no es el mayor de ellos ni de lejos. Pero es que hoy además, con el trasfondo del caso en cuestión, si al secretario judicial o a quien sea se le ocurre mandar a un propio a comprar en un anticuario un modelo para que luzca en la foto ante tamaño acontecimiento, la primera sentencia de la opinión pública ya la tenemos garantizada. Es lo mismo que nuestros queridos grupos de las Corts que, pasando olímpicamente de las indicaciones recibidas, no han consentido en reducir las subvenciones que reciben para no se sabe exactamente bien qué. No sólo eso sino que se la han incrementado en un 11 por ciento al pasar de 3,59 a 3,99 millones. Cuatro millones de euros -además de sueldos, dietas, desplazamientos, teléfonos...- son muchos millones como para exigirles que las prestaciones que nos brindan aumenten también un pelín. De esta postura grupal hay que dejar fuera a Camps ya que él se limita, sencillamente, a cobrar sin ir. Se desconoce si el resto aspira igualmente a ese estatus.