Ja estem farts; això sembla un joc de xiquets". Con esa expresión enjuiciaba un empresario de Benidorm los continuos desplantes de la consellera de Turismo, Lola Johnson, al Ayuntamiento, con el que sigue sin reunirse. Aquí no hemos entendido nada. Desde Valencia hasta Alicante, existen un sinfín de destinos turísticos que podrían integrar un paquete único en el Mediterráneo del que Benidorm sería la niña bonita. El casco antiguo de Valencia, los arrozales de la Albufera o el Montgó de Dénia no deberían ser enemigos del "sky line" sino su complemento ideal para diseñar una oferta rica y diversa que capte al turista europeo y en la que trabajen juntos Conselleria y Consistorio. Pero en vez de asumir esa filosofía de altas miras, nos enredamos en guerras inútiles: la del PP de Johnson contra el PSOE que gestiona Benidorm, la de la Conselleria autonómica contra el Patronato provincial. Ése es el juego de niños que se juega con irrisoria frivolidad en una época de crisis. Y es un juego al que también juega el Gobierno Central, que por su parte ha dejado pasar la legislatura jugando a aplazar hasta en 50 ocasiones el debate para modificar la ley que habría permitido a Benidorm ser municipio turístico. No lo es. Y si en cambio Lepe o Castro Urdiales. Otra frivolidad. Benidorm se siente maltratada por todas las administraciones: ha sido apartada del corredor mediterráneo, ha sido ninguneada en la gestión de El Altet. Por eso, la ciudadanía espera que sus tres fuerzas políticas locales dejen ya de jugar a tirarse los trastos a la cabeza y por una vez -por una sola vez- se sienten a una mesa y elaboren un decálogo consensuado con merecidas exigencias a administraciones de un color político y de otro. Entre tanta crispación, una foto -una sola foto- con Navarro, Pérez Fenoll y Amor para que este pueblo tenga un futuro. ¿Tan difícil es?