Resulta curioso que por las mismas fechas en que conocemos que los institutos de Educación Secundaria recibirán más fondos de compensación si se obtienen mejores resultados, dentro del plan de choque anunciado por la Consejería de Educación valenciana para paliar el fracaso escolar, un periódico de los llamados de calidad del Reino Unido y, por tanto, nada sospechoso, alerta de la presión recibida por parte de algunos centros británicos para maquillar sus resultados. Vayamos por partes.

En el caso británico, según se desprende de un estudio del Instituto de Educación, algunos profesores de ese país han sido presionados para alterar las calificaciones con el fin de que se alcancen los objetivos que marca el currículo nacional en materias como matemáticas a pesar de que los alumnos no dominen las reglas básicas y no sean capaces de operar mentalmente con sencillos problemas de sumas y restas. En el contexto del país anglosajón al final del Year 3, es decir, a los 7-8 años, los alumnos deben ser capaces de resolver problemas de cálculo básico (sumas y restas con un solo dígito). Pues bien, según el estudio citado, los profesores están sufriendo presión por parte de los senior staff (el equivalente cultural serían nuestros equipos directivos y, si me apuran, también los jefes de departamento, y de los local councils (organismos responsable de servicios como el educativo, en este caso) de las diferentes ciudades o zonas con el fin de dar una imagen de que todo va bien y de que se progresa adecuadamente, simplemente con que se observe algún mínimo avance en una materia determinada, ya que de lo contrario los departamentos responsables de la impartición de las materias que no progresan verán reducidos sus presupuestos.

En el caso valenciano, con una consejería de educación muy proclive a funcionar a golpe de ocurrencias de sus dirigentes, se propone también ahora el método de la contraprestación, es decir, aquellos centros que consigan bajar el índice de fracaso escolar y abandono prematuro mediante la puesta en práctica de proyectos innovadores que voluntariamente hayan presentado recibirán a cambio más fondos que irán a parar a los departamentos implicados si se demuestra que los índices de fracaso se reducen. Una vez más se acude al voluntarismo del profesorado: una canción que cada vez se repite con más frecuencia en el sistema educativo español. El profesor, así pues y desde hace tiempo, además de enseñar, tiene otros cometidos en la sociedad contemporánea, y asume ahora con este compromiso la tarea ingente de reducir el fracaso escolar y el abandono prematuro.

Por lo que se refiere a los colegios británicos, éstos poseen organismos que controlan los niveles, equipos directivos muy implicados en la supervisión de acto docente, visitas regulares de inspectores de la materia, exámenes externos de niveles, etcétera. En el caso español desconozco qué organismo será el responsable del seguimiento de este plan de choque. Esperemos que no sea la inspección educativa, dado que su hoja de ruta está desbordada y, de cualquier forma, no llegamos nunca a saber, finalizado un curso, el grado de cumplimiento de su plan de actuación anual. Seguramente, si alguna vez llegara a conocerse, el profesorado vería en ese organismo un modelo claro y ejemplar a seguir. Aquí la inspección educativa continua siendo una total desconocida para el profesorado, y si le llega algún mensaje de ese estamento, siempre es a través del oráculo del equipo directivo.

Volviendo al plan de choque valenciano, se supone que en los centros españoles, una vez emitido el informe por cada departamento participante, éstos informarán de sus logros y avances en las sesiones de las comisiones de coordinación. Luego se informará al consejo escolar de centro; a continuación se trasladará al municipal, que se supone también estará interesado en el tema. Demasiada burocracia para poder contrastar si finalmente los avances que se consigan se dan en la realidad pura y dura. Ya no se habla de proyectos, sino de contratos que incluso tienen letra pequeña. Desconocemos si va a existir alguna novedad respecto a los centros que en el pasado, con el fin de ofrecer más calidad formativa a los alumnos, se subieron al carro de programas como promoción de la salud escolar, de la cultura de la calidad, de los múltiples y camaleónicos programas europeos, de la introducción del polémico plurilingüismo, etcétera; un abanico siempre enriquecedor y en continuo crecimiento que nos ofrecen la Administración central y la autonómica que, justo es reconocer, no se parece en nada a las posibilidades existentes hace treinta años, cuando no habían nacido incluso los centros de profesores y la formación continua era pura ciencia ficción, a no ser que el profesor la sufragara de su propio bolsillo.

Desde mi humilde punto de vista, creo que mientras no exista un doble control en toda actividad realizada en los centros, a la larga sucederá lo que sucede en otros países, como se desprende de los informes del Instituto de Educación británico. ¿Quién puede garantizarnos que aquí no se den casos de coacción y de maquillaje de resultados? ¿No existirá la tentación de que los departamentos didácticos bajen el listón por lo que se refiere a la consecución de los objetivos programados con el fin de no ver reducido su ya exiguo presupuesto de funcionamiento. ¿Y quién puede coaccionar a los profesores en nuestro caso? ¿Los jefes de departamento? ¿Los equipos directivos? ¿La inspección educativa? ¿El consejo escolar de centro o el municipal?

De todas formas, ustedes están en su derecho de pensar que las cosas no serán así: éste es un país libre. Y dado que el cáncer del fracaso escolar y el abandono prematuro quita el sueño a más de un organismo a cualquier nivel, tenemos a la vista un nuevo objetivo de trabajo, eso sí, con menos recursos personales para llevarlo a la práctica por el tema de los recortes que sufrimos desde 2010. En fin, la administración educativa tiene muchos temas pendientes que no sabe cómo resolver, alguno de ellos se pierde en la memoria del tiempo, y otros como éste, los traslada al estamento inferior con el fin de recabar alguna idea brillante que pueda ponerse en práctica y generalizar a continuación.