Conservo el programa de mano de la primera versión de Carcajada salvaje con aprecio. Como oro en paño, que decía mi madre. Como se guardaban en cajas depositadas en el primer cajón de la cómoda esas pequeñas cosas que cantaba Serrat. Se representó en la Sala Arniches los días 26, 27 y 28 de octubre de 1993. Por un instante dejo volar a los sentidos. El tacto, que percibe el cartón duro con que se diseñaban los materiales promocionales que programaba Fernando Gómez Grande. Miro la sonrisa de Charo López, dieciocho años más joven, y la de Abel Vitón, y enseguida escucho, claro que sí, la sonoridad y el timbre de todas esas carcajadas que brotaban desde el escenario a lo largo de cada función. También alcanzo a percibir a los compañeros de asiento que, desde las filas 1 y 2, solían acudir a todas las sesiones. Y reparo en los que ya no están y en los pocos que todavía continúan en la brecha. Me detengo en el logo de la Generalitat. El escudo. Ay.

Repaso el programa de Carcajada salvaje, de Christopher Durang, en la temporada 93/94 de la Sala Arniches. Que era Sala, de acuerdo, no era Teatro, pero resulta que albergaba mucho más teatro del que acoge ahora. Ahí anda cerrado a cal y canto desde que llegaron los primeros calores, a principios de junio. Menos mal, y es un consuelo, que durante las noches de la Muestra de Autores, del 4 al 13 de noviembre, volverá a recordarnos lo que fue. O no. Porque lo que fue, lo que fuimos, eso se lo llevó el tiempo para siempre. Y Carcajada salvaje, con Charo, sin Abel, y con Javier Gurruchaga, vuelve ahora al Principal. Y dando gracias. Que nos quedemos como estamos.