Alicante no necesita una mezquita, probablemente necesita mezquita y media... lo cual no es un problema para la convivencia ciudadana sino la posibilidad de que ésta sea, realmente, democrática y plural. Los que exigimos que sea respetada la libertad de culto en cualquier país, no debemos, no podemos, admitir regateos con este derecho humano y constitucional en el nuestro. Hecha la declaración de principios entremos en matices.

Aunque no es identificable nacionalidad con religiosidad, sólo como intento de aproximación, Alicante, según el padrón, cuenta con una población estable de unos 7.500 ciudadanos norteafricanos a los que habría que sumar un pequeño número de vecinos procedentes de otros países tradicionalmente islámicos. En conjunto supondrán apenas 2,5% del total del padrón. Algo menos de la mitad de ellos viven en barrios de la zona norte, después hay una presencia importante en Carolinas y los barrios adyacentes, el resto está muy disperso en la ciudad. Sólo un grupo minúsculo, vive en el barrio de Virgen del Socorro, próximos a la actual mezquita. A pesar de tantos años de presencia de la mezquita en ese barrio a nadie se le ocurre pensar en el Raval Roig como un "barrio musulmán".

Es pues más que razonable el traslado del centro de culto y su acercamiento a la feligresía propia. También sería deseable, comenzar ya a prever a medio plazo qué espacio puede ser adecuado para una futura segunda mezquita en otro barrio de la ciudad. Con este equipamiento y esta previsión, Alicante tendrá las instalaciones adecuadas para garantizar que los ciudadanos musulmanes que residen y los turistas que nos visitan, puedan ejercer su derecho a bendecir a Dios, compasivo y misericordioso, en condiciones adecuadas. Pese a los vaticinios alarmistas de algunos agoreros no es previsible un cambio sustancial en la configuración demográfica y religiosa de la ciudad que nos lleven a plantear otro tipo de escenarios, ni mucho menos, justificar posturas xenófobas.

Esperemos que el Ayuntamiento de Alicante, asuma con diligencia la parcela de responsabilidad que le corresponde y gestione la licencia de apertura con el mismo rigor (y la misma benevolencia) que ha venido aplicando en la apertura de nuevas parroquias u otras instalaciones destinadas al culto público. Tienen también los responsables municipales una buena ocasión para trabajar la sensibilidad social y proponer la convivencia plurirreligiosa como un valor añadido de una ciudad que, por lo menos en lo turístico, quiere ser abierta y acogedora.

Por otro lado los responsables de la mezquita de Alicante tienen un gran trabajo que hacer. Emplazar una mezquita, no es sólo ubicarla en una dirección física sino insertarla, realmente, en el entramado de un barrio y de una ciudad: generar lazos institucionales, participar en los espacios de diálogo interreligioso, en las redes asociativas, en la vida vecinalÉ no sería suficiente con promover un centro cultural propio, deberíamos llegar a conseguir además, un crecimiento intercultural compartido.

En esta actitud de apertura, encuentro y compromiso por el barrio y la ciudad, los responsables de la comunidad musulmana encontrarán sin duda el apoyo de otros grupos, incluidas asociaciones aconfesionales así como la fraternidad de otras comunidades religiosas, incluida la católica que, desde hace años, vienen promoviendo iniciativas en favor de un mejor conocimiento de los valores del Islam.

Ojalá que el diálogo y la buena voluntad permitan que la mezquita encuentre su lugar en el trazado y la vida ciudadana... esa será, sin duda, una buena noticia para todos los alicantinos.