Además de las incertidumbres que existen en el contexto macroeconómico de la economía española (esta semana BBVA, Funcas y HSBC han rebajo la perspectiva de crecimiento del PIB), el sector bancario español va a tener que hacer frente a otras incertidumbres no menos importantes: el cierre de los mercados mayoristas de financiación; y la incertidumbre sobre la inyección de capital público a cargo del FROB. En el primer caso, ya llevamos casi seis meses sin que ninguna entidad bancaria española haya sido capaz de emitir deuda en los mercados internacionales, lo que es muy preocupante dado el elevado nivel de endeudamiento de nuestro sector bancario. Es importante recordar que el sistema financiero español tiene una deuda externa equivalente al 76% del PIB, lo que arroja la friolera de 808.000 millones de euros. No es de extrañar, por tanto, que, ante este cierre de los mercados mayoristas, los bancos españoles hayan tenido que reanudar de nuevo la guerra del pasivo, ofreciente tipos de interés pasivos muy por encima del euríbor, y eso a pesar de la penalización que sufren esas entidades al tener que pagar una mayor contribución al Fondo de Garantía de Depósitos. Pero, como la necesidad apremia, los vencimientos a los que tienen que hacer frente les obliga a pagar esos extratipos, lo que recorta sus márgenes de intermediación y lastra aun más su cuenta de resultados.En el segundo caso, el RDL de reforzamiento del sistema financiero español obligó a las entidades a aumentar sus niveles de solvencia para superar las pruebas de estrés que tuvieron lugar en julio de este año. El Banco de España les dio de plazo hasta el 30 de septiembre para cumplir los niveles mínimos de solvencia, siendo todavía una incógnita la cuantía final de capital que tendrá que inyectar el FROB. Si tenemos en cuenta lo que hasta ahora se ha gastado el FROB y la deuda que ha emitido para financiarse, en los próximos meses tendrá que volver a emitir deuda ya que el fondo se ha agotado.

Además de la guerra de los depósitos, los problemas de liquidez están obligando a nuestros bancos a acudir al Banco Central Europeo (BCE) en su calidad de prestamista de última instancia. No hay más que ver la evolución de la apelación a la financiación del eurosistema para comprobar que el préstamo neto del BCE a los bancos españoles volvió a aumentar en julio (último dato disponible), y mucho me temo que volverá a aumentar en agosto (el dato lo conoceremos el próximo 14 de septiembre). Los problemas que está sufriendo el sector bancario no son exclusivos de España, como demuestran algunas noticias y datos recientes. La semana pasada las bolsas temblaron al filtrar el The Financial Times un borrador de un informe del FMI en el que se estimaba en 200.000 millones de euros las necesidades de capital de la banca europea para hacer frente a la crisis de la deuda soberana. Y no hay más que mirar la evolución del dinero que los bancos europeos depositan en la llamada facilidad marginal de depósito (a un día) para comprobar lo mucho que está creciendo en los últimos días, lo que significa que los bancos prefieren depositarlo en el BCE (a un tipo reducido) en lugar de prestarlo, dada la falta de confianza reinante. Y si la economía europea entra en recesión (se han revisado a la baja las estimaciones de crecimiento), la morosidad volverá a repuntar. En resumen, son malos tiempos para la banca. Si la banca no funciona con normalidad y tiene problemas de financiación, se prolongará la actual situación de racionamiento de crédito, lo que dificulta el acceso de las empresas a la financiación bancaria y estrangula la posibilidad de una recuperación.