A pesar de las múltiples vulgaridades que la rutina del toreo actual vino a ofrecer al aficionado, tan paciente en las más de las ocasiones en que quizás debería haber mostrado su rechazo, el curso de la temporada 2011 no estuvo, hasta ahora, huérfano de aconteceres que marcaron huella significativa. Hechos que le dieron calidez y aceleraron el pulso en favor del toreo de magnificencias de imperecedera memoria. Aún contando con las notorias ausencias de espectadores en lugares y fechas, que la situación económica actual hacía presumir y, tristemente, confirmar. Así y todo, el pulso no se detuvo. Motivos hubo...

Los hubo que pretendieron basar el centro del interés del aficionado en la figura de José Tomás, siempre creando expectación, así como devoción, por su singular manifestación artística en el ruedo. Sigue acaparando taquillas, sí, pero todavía no acaba de cuajar esa tarde en que se desborde la entusiasta emoción de sus fervorosos creyentes. Hombre es el de Galapagar totalmente capaz de lograr triunfos de clamor, de los que le han dado sonora fama. Sin embargo, hasta el momento, sus actuaciones no pasan de discretas, de cumplidoras. Después de todo, sabido es, no es torero que se reserve, que se conforme con la discreción. Escasa cosecha de trofeos, en tanto que alguno de la terna, caso de Talavante, se atreva a darle "respetuoso" repaso. Cosas del pulso del toreo... Eso sí, para acelerar el mejor pulso de la emoción nadie, hasta hora, como el Morante de Bilbao. Sobre todo en ese toreo por bajo, a dos manos, que a la mayoría del público no le alcanzó su bella eficacia. Todo porque ese gran toreo, de imperecederas tradiciones, no viene siendo manjar de paladares de esta afición actual que está más por las reiteradas series de derechazos a troche y moche, menos con la zurda, las más de las veces, y tal que cual añadido de las espalderas "dosantinas". En otros tiempos de mejor saber del arte del buen toreo, esa media docena de muletazos al inicio del muleteo, tan ajustados y justos para someter a un toro que se quería ir, hubieran levantado al público de sus asientos. Lo que vino después, aquel faenón, no fue más, ni menos, que el pulso del toreo grande...

Pulso de seguro y rotundo latir el de Manzanares, cada vez con más honda enjundia en su toreo, sereno oficio de ricos matices del mejor arte de torear. Rey de espadas es, sin dudarlo. En ese difícil aspecto, el de la estocada, sin temor a exagerar, el Pedro Romero del momento. Rotunda temporada. Alicante. Septiembre.