El principal problema que generó la crisis financiera de 2008 (activos tóxicos producidos por la combinación de un exceso de crédito sin suficientes garantías, la caída de los precios de los inmuebles, y el desarrollo de activos opacos que fueron adquiridos por bancos y cajas que acabaron hundiendo el mercado interbancario) acabó siendo un problema de restricción del crédito desde los intermediarios financieros a las familias y empresas. Esta restricción del crédito, junto con la desconfianza que se instauró en los mercados y caída de las expectativas provocó una disminución de la actividad económica que se tradujo en una recesión. La recesión con el aumento de los gastos y caídas de los ingresos públicos de forma automática (los estabilizadores automáticos) ha provocado un fuerte incremento del déficit público y por ello un aumento de las necesidades de financiación de los gobiernos en los mercados.

La solución que se debía haber adoptado en su momento debía haber puesto el acento en eliminar o reducir dicha restricción de crédito para los agentes económicos que sostienen el consumo de bienes y servicios y la inversión productiva (un 80% de la demanda nacional). No se hizo así sino que se buscaron formulas para "capitalizar" a los bancos confiando en que de esa forma se relanzaría el crédito. Pero al mismo tiempo se emitió deuda pública que al final resultó mas atractiva para los propios bancos por el diferencial de intereses y grado de seguridad que conllevaba.

Además tanto el comportamiento de los distintos países como el de las autoridades monetarias fue desigual ante la crisis. Mientras que la FED inyectaba masivas cantidades de dólares al mercado, el BCE seguía una política errática y confusa, obligado por la actitud de ciertos países siempre mas preocupados por el problema de posibles tensiones inflacionistas que por el crecimiento y el empleo.

En la situación actual y en Europa se debaten dos posiciones y soluciones contrapuestas ante la situación económica. Para un numeroso grupo de países, y en todo caso para España, dicha situación económica se puede sintetizar en: 1º) un crecimiento económico (PIB) casi nulo lo que mantiene e incluso agrava el problema de desempleo. 2º) Una fuerte necesidad de financiación interna (déficit y deuda pública) y externa (déficit en la balanza por cuenta corriente), que intranquiliza a los prestamistas (mercados) y eleva la prima de riesgo país hasta límites insostenibles.

Para solucionar ambos problemas pueden seguirse una de estas dos alternativas, según se considere prioritario el crecimiento y empleo o la consolidación fiscal y confianza de los mercados. La primera alternativa propugna una política fiscal fuertemente expansiva (de forma coordinada en todos los países) de forma que se inicie un período expansivo que estimule la actividad económica reduciendo el desempleo, lo que de forma automática llevaría a resolver el problema de déficit y deuda al aumentar los ingresos (IVA, IRPF) y reducirse el gasto (subsidios de desempleo). La segunda alternativa propone políticas contractivas de reducción del déficit y deuda para lograr caídas de la prima de riesgo (tipo de interés) y recuperación de la confianza de los mercados e inversores internacionales, que permitan un aumento del consumo e inversión privadas, lo que llevaría a un aumento del empleo y actividad económica.

Para que la primera solución pueda llevarse a cabo sería necesario que a los países mas endeudados se les financiara sus políticas fiscales mediante nueva deuda pública que debería ser suscrita por el Banco Central dado que los mercados no estarían dispuestos a comprarla. Una política fiscal coordinada de "todos" los países afectados por la crisis con las facilidades monetarias adecuadas, podría ser una solución. El argumento en contra es que esta política no discrimina entre los países que han seguido políticas austeras en el pasado y aquellos que han estado "viviendo" por encima de sus posibilidades durante mucho tiempo, financiándose con el ahorro externo para invertir en viviendas y en bienes suntuarios, generando una extraordinaria deuda externa. Es decir, que esta solución plantea un dilema moral en el sentido de que se estaría enviando un mensaje a los países que consistiría en decir que no importa lo irresponsables que sean las políticas que se sigan, que al final se les sacará del atolladero.

Así pues ¿que es mejor?: Sacar a los países de la crisis aunque sea a costa de tratar igual a los que se comportaron razonablemente (sus poblaciones y Gobierno) con aquellos que vivieron en una fiesta continua, incluso falseando sus estadísticas, o bien penalizar a los países irresponsables (y a sus poblaciones) por haber acumulado una deuda externa e interna insostenible, obligándoles a seguir un duro ajuste para su saneamiento, aunque esto suponga un prolongado período de desempleo en los mismos, con el objetivo de que comiencen a crecer desde bases mas sanas y observen un comportamiento mas disciplinado. La respuesta ni es fácil, ni obvia ni trivial puesto que estamos sentando las bases para el futuro.