El funcionamiento y los modos de producción de la industria del séptimo arte se encuentran en constante evolución. A veces surgen cambios que no hacen tambalear al sistema pero sí que le obliga a reflexionar sobre su propia supervivencia. Continuamente se ha hablado de una patente crisis en el sector, personificada en el descenso de espectadores a nivel global, y por tanto de taquilla, cierre de cines tradicionales y en el aumento de la piratería. Es de sobra conocido que la Meca del Cine, como se autodenomina Hollywood, se encuentra cada vez más desabastecida de ideas sorprendentes para reflotar la industria cinematográfica. Magnates del cine y las grandes compañías de televisión se han dado cuenta y han visto en series de calidad como Los Soprano, The Wire, Mad Men o Boardwalk Empire de Martin Scorsese su principal tabla de salvación.La consecuencia directa es que toda su fábrica de ideas se ha volcado en el cada vez más competitivo ring de series en que se ha convertido la pequeña pantalla. Hoy por hoy, curiosamente, y gracias a su prestigio podemos encontrarnos en la televisión las producciones "cinematográficas" más atractivas.

Los remakes, películas de superhéroes o de vampiros adolescentes, comedias románticas insustanciales y producciones que parodian a otras películas; adaptaciones literarias, las precuelas y las superproducciones de catástrofes naturales, representan el 70% de las películas actuales a las que el espectador puede optar a un precio nada asequible. El panorama no pinta nada bien. Y más si encima les pones las palomitas a precios excesivos y el botellín de agua al coste del petróleo Brent. Los datos hablan por sí solos. En el año 2010 el cine español ha perdido cuatro millones de espectadores lo que ha supuesto unos 24 millones de euros esfumados en taquilla. Unos datos que siguen descendiendo a los infiernos al más puro estilo Dante.

Sin embargo, el panorama no es tan negro. Gracias al auge de ese demiurgo que todo controla como es Internet, los mecanismos de las películas han intentado reinventarse. Entre toda esta maraña de productoras, subvenciones, distribuidoras y televisiones ha florecido una nueva forma de concebir y hacer cine: el crowdfunding. También conocido como financiación colectiva o micro-mecenazgo, tiene como razón de ser la democratización social del cine. La idea es muy sencilla. La cooperación colectiva entre personas que no se conocen es sin duda primordial. Aunque el término se encuentre en continua evolución, captar donaciones tanto de personas como de empresas privadas es el alma máter del crowdfunding. Es una fórmula original, transparente y emprendedora ideal para poner en marcha proyectos innovadores que por una razón u otra no hallan su hueco en el mecanismo de la industria. Ya existen webs como Lánzanos en nuestro país o Kickstarter en Estados Unidos, que han reunido multitud de proyectos que se están cocinando donación a donación. Esta ardua tarea la llevan a cabo creadores inquietos que organizan una red de captación de dinero u otros recursos necesarios para poder realizar una película. Para que toda esta maquinaria esté engrasada, el protagonista es, cómo no, Internet. A través de la gran red, que todo lo ve, el usuario puede acceder a contenidos impensables como el guión de la película, cronología del rodaje o las influencias literarias, musicales y cinéfilas de las que han bebido los creadores.

Pero como de la web no sólo vive el hombre también se organizan fiestas, stands en los mejores festivales del mundo, campañas de marketing virales y publicidad de guerrilla con el fin de captar el mayor número de inversores.

Y a todo esto, ¿qué recibe a cambio la persona que ha compartido su dinero para impulsar el proyecto?

Las posibilidades son infinitas. Con tan sólo 2 euros algunos proyectos permiten a cualquier persona convertirse en un micro-productor de cine y aparecer como tal en los títulos de crédito de la película. Con 50 te regalan camisetas de la película, el dvd y póster oficial. Y así hasta un mar de alternativas.

En España, el primer proyecto fue El Cosmonauta y tiene como bandera llevar el cine a todos los lugares posibles. En él la cineasta alicantina Carola Rodríguez financia, distribuye y produce el largometraje. En Elche, Paco Soto, director del corto Tónico el munisipal, está recaudando dinero de personas anónimas para sacar adelante su largometraje Operasiones Espesiales. Por el momento, la cosa va en serio ya que se han interesado por el proyecto actores tan influyentes como Santiago Segura. Con el auge de este fenómeno, todo el que tenga pasión por producir cine lo podrá hacer a base de trabajo, sudor y la fuerza de la rebeldía.

Los pioneros en la industria cinematográfica fueron los realizadores franceses Guilleme Colboc y Pommeraud Benjamin, que consiguieron recaudar 60.000 euros en poco más de tres semanas para su película Demain La Veille (Lugar para ayer). Esta revolución audiovisual no sólo ha calado en el cine. En Inglaterra existe un equipo de fútbol (Myfootballclub) que tiene como directivos a cerca de 30 mil personas que han invertido en el proyecto. En la música los fans del grupo de rock británico Marillion financiaron su gira en el año 1997. Además del cariz cultural y deportivo, el crowdfunding cada vez se está renovando más para sacar adelante proyectos benéficos y turísticos. Como por ejemplo Siberia Postal, una guía sobre Extremadura en la que el donante tendrá opción, a partir de 400 euros, de recibir una cesta de productos y comida típica. Ideas tan interesantes y rompedoras como el crowdfunding renovarían toda una industria por muy dañada que se encuentre. Pase lo que pase, siempre nos quedará París y los hermanos Lumière.