Pueden aplicarse a todos los órdenes y actividades de la vida las ventajas que supone la implantación de la filosofía de trabajar en equipo. Tanto en la política, como en la empresa y en la propia Administración Pública se ha demostrado a lo largo de la historia que los éxitos de quienes han dirigido grupos humanos han estado basados en la capacidad del líder de grupo de hacer equipos y transmitir a los que lo conforman que solamente haciendo un trabajo en equipo se pueden conseguir los objetivos marcados desde un primer momento.

Pero por las mismas razones, la historia también está marcada por los fracasos de quienes pensaban que las decisiones en las organizaciones tenían que ser personalistas y que sobraba escuchar las opiniones de los demás, despreciando las observaciones que los que conforman el grupo pueden hacer al responsable o líder. Otro problema es que también hay organizaciones en las que nadie se atreve a comentar a los superiores que la mecánica de trabajo organizativa es incorrecta, habida cuenta que quien dirige el grupo puede asumir mal el consejo u observación pensando que es una crítica. En definitiva, que por unas u otras razones no siempre debemos achacar a la crisis económica que padecemos desde el año 2007 la causa de todos los males que sufre la sociedad, sino que también influye la mala disposición organizativa para afrontar el trabajo, la actitud de los responsables o líderes de las organizaciones de adoptar posicionamientos personalistas en el funcionamiento de la organización y que, por ello, los que integran el grupo acaben por no sentirse identificados con él al no solicitarles opinión para nada. Pero ocurre que todo hoy en día se lo achacamos a la crisis económica y pretendemos escudarnos en excusas externas para no asumir nuestra falta de disponibilidad para saber salir de esta situación.

Estos problemas estamos encontrando en todas las organizaciones. En la política, en las empresas y en la Administración Pública. No existe disposición a favorecer el trabajo en grupo en algunos sectores y a confiar en las posibilidades y en la buena formación de muchas personas que podrían tener mucho qué decir y ofrecer. Además, los líderes tienen muchas veces el defecto de no querer rodearse de los mejores, sino de los que les saben adular y aplaudir sus decisiones, aunque puedan aventurar que estas son incorrectas. Prefieren al dócil que al buen profesional. Prefieren al que no les plantea problemas que a aquellos que, por su buena preparación, les acabarían sacando de los que tienen. Pero al final también se tiene miedo al hecho de que los que serían llamados a prestar estos apoyos sean tan buenos que acaben por discutirles el puesto de liderazgo. O, sencillamente, que no soportan tener cerca profesionales que puedan ser mejores que ellos. Puede que existan, pensarán, pero cuánto más lejos mejor. Esta circunstancia está provocando, incluso, que muchos profesionales se hayan marchado del país, o que estén pensando en hacerlo en breve. O que sencillamente se hayan desmoralizado ante tanta injusticia y a los "buenos" se les acaben las ganas de colaborar al tropezar una y otra vez con un muro.

Mientras tanto, nos quejamos de que llevemos cuatro años en plena crisis y que otros países ya están saliendo de ella. O nos preguntamos sobre lo que podemos y debemos hacer, cuando en realidad tenemos mimbres más que suficientes como para invertir la situación. La cuestión radica en cambiar la metodología de funcionamiento de nuestra actividad en las tres organizaciones antes citadas, que podamos implicar en el rendimiento de la organización a los que la integran, o que confiemos en atribuir las responsabilidades a los que están en mejor posición formativa y de preparación para darnos un buen resultado. Y ello sin mirar de qué "equipo" es el colaborador o sus condiciones personales y/o características, porque lo que hay que comprobar es si el profesional puede ser válido para el objetivo que pretendemos.

En tanto en cuanto no nos olvidemos de ciertos prejuicios, no dejemos aparte rencillas personales y colectivas, o no nos demos cuenta de que tenemos que trabajar haciendo equipo con los mejores profesionales para cada área, de aquí no nos saca nadie, porque los milagros no existen. Y mientras tanto nos seguiremos preguntando sobre las razones por las que las organizaciones no rinden lo que debían, sobre la reducida cuenta de resultados, o sobre la mala calidad del producto que en muchos casos fabricamos en el sector privado o público. Trabajemos en equipo, que los que lo integran confíen en sus líderes, estos en su equipo y que en ambos casos tengamos a los mejores en los distintos puestos. Mandando quien sabe mandar e integrando el equipo quienes sean los mejores "jugadores", porque si ponemos en el equipo a los peoresÉ nos iremos a la segunda división. Si es que no estamos ya en ella y deberíamos aspirar por subir a primera división.