Así se llama realmente esa isla que tanto queremos los alicantinos. Como mucha gente, asistí a la representación itinerante de esa especie de auto sacramental llamado La Virgen de los Esclavos, que unos jóvenes emprendedores se lanzaron a montar, con la ayuda de la mayoría de los tabarquinos. Da lo mismo que se hayan aprovechado de una leyenda de la isla madre, la Tabarka tunecina que, junto a otras dos pequeñas islas italianas, completa cuatro territorios que fueron poblados por esclavos liberados por Carlos III. Por lo visto algunos de estos libertos se asentaron en nuestra vecina isla, que es -como saben- una pedanía o barrio de Alicante. Pero tanto da que la leyenda de la aparición de una imagen de la Virgen a uno de esos esclavos (a dicha imagen atribuyen su liberación) tenga su origen en la primera Tabarka, han hecho muy bien en apropiársela: la humilde y entusiasta representación de la semana pasada tiene mucho de solidaridad e ilusión, y eso es algo que se debe valorar en su justa medida, además del trabajo que supone en un mes donde lo que apetece es zambullirse en sus aguas y evitar el sol en cualquier chiringuito.

La guinda la puso Sara Montiel, genio y figura, que no debió memorizar ni una sola palabra porque no tenía texto asignado; pero le bastó aparecer por una bocacalle vestida de Reina Mora (¿), sentarse en un sofá preparado al efecto en la plaza de tierra seca y polvorienta, dejar ver una suculenta y bronceada pierna (donde hubo, hay) mientras un efebo la abanicaba con plumas de ave y unas cuantas y jovencísimas moritas bailaban ante ella. Y a su lado, un dromedario, un burro y algunos animales mas. ¿Por qué? Pues porque sí, no hace falta buscarle tres pies al gato o ponerse estupendo. El espectáculo cumplió su cometido y confieso que yo me lo pasé en grande. ¡Ay, Tabarca! Hacía algunos años que no la visitaba y, salvo unas cuántas nuevas construcciones, mejoras evidentes en las casas de los isleños y la calle principal empedrada (la única) gracias a la Conselleria de Turismo, todo sigue prácticamente igual. La conocí sin agua y sin luz, y salvo algo tan importante como esto, la imagen que me provocó al bajar del barco procedente de Alicante fue la misma que hace años. Y esto me parece bueno, su encanto sigue intacto y sus atardeceres tienen la misma belleza de siempre. Como me comentaba un residente, resulta increíble que este barrio alicantino no tenga para los residentes una especie de bonobarco que les evite el pago de 15 o 18 euros cuando precisen o quieran desplazarse a Santa Pola o Alicante. "Es como si el Ayuntamiento obligara a viajar en taxi a todos los alicantinos en su ciudad", me decía. "Y con la ausencia de asfaltado en las calles, más de lo mismo" añadió. Y tenía razón. Ya sabemos que cualquier obra a acometer en ese territorio triplica su costo; pero por pocos residentes fijos que haya merecen mas atención de la que se les viene prestando desde hace muchísimos años, como si no tuvieran derecho a disfrutar de los adelantos y comodidades de los que disfrutamos, mas o menos, los peninsulares. Eso sin contar con las numerosas familias con casa en propiedad o alquilada para pasar unos meses. ¿Qué hacer para que la Alcaldesa de las Flores le dedique un poco de su tiempo y ordene al concejal correspondiente que vaya mejorando, aunque sea poco a poco, los servicios de la isla? A lo mejor la Virgen de los Esclavos realiza otro milagro.

La perla. "La única vez que tuve razón, fue la vez que pensé que me había equivocado" (Fernando Fernán Gómez)