La sombra de la crisis económica vaga inclemente hacia todos los costados y esta vez ha tocado al universitario o, mejor dicho, a los alumnos padecer la epidemia ya extendida del "tijeretazo" indiscriminado. Si la dificultad de encontrar trabajo actualmente había propiciado que muchos aprovecharan este tiempo de asueto forzado para formarse -la mejor vitamina contra la crisis- en la Universidad, ahora tendrán que apretarse aún más un cinturón que está a punto de acabar con sus agujeros y es que el gobierno valenciano ha visto el filón ideal para incrementar las matrículas en un 7,5 por ciento.

El incremento, según se argumenta, responde a razones de equiparar el precio de las matrículas con el de resto de autonomías. Lo cierto es que en la Comunidad Valenciana siempre redundan en lo mismo cuando se trata de recibir, pero no señalan nada de equipararse en otros aspectos, como el sanitario o educativo -la Comunidad Valenciana está a la cabeza del fracaso escolar-, con sus homólogas autonómicas. Un incremento que no viene acompañado de ningún tipo de mejora, sino que los grupos continúan siendo numerosos para un método -el de Bolonia- que exige una mayor personalización para que tenga éxito. Pagar más, por lo mismo. Ese sería el resumen.

Sin embargo, lo que más me preocupa del sistema actual es lo relativo a las becas. Comentaba la representante de la Universidad de Alicante en el consejo que al estar los becados exentos de tasas, no se ven afectados y eso les daba tranquilidad. Pero, a fin de cuentas, el sistema de becas en España no prima la excelencia, el expediente académico y el buen hacer, sino que generalmente se rige por los criterios económicos. El listón para obtener algún tipo de compensación estrictamente por méritos a lo largo del curso se sitúa en obtener matrícula de honor en las asignaturas que se cursan en las titulaciones o grados -no es suficiente un sobresaliente, sino que se exige matrícula (una mención especial) para que el estudiante se vea liberado de desembolsar los créditos correspondientes a la asignatura el próximo curso-. Existe un gran desequilibrio en este sentido, ¿se deben conceder becas de numerosa cuantía teniendo tan sólo en cuenta las rentas -cuestión ésta muy discutida y es que no siempre es la real y no me quiero meter en madejas de economía sumergida que todos conocen- de los progenitores? ¿Se debería exigir más rendimiento académico a los alumnos que reciben becas que un mínimo de asignaturas aprobadas?