De todos los momentos vividos en el Festival de Cine de Alicante me quedo con uno protagonizado por Antonia San Juan en la gala inaugural. Como presidenta del jurado tenía que dirigir unas palabras, y el atril estaba en lo más alto del escenario, junto a la orquesta, por lo que para llegar hasta allí no quedaba más remedio que ascender por unos escalones. Al llegar a su meta, ante el micrófono, como quien no quiere la cosa, la actriz pronunció una de esas sentencias que te dejan clavado. "Subir, puedo subir bien. Pero bajar ya es otra cosa. Lo que nos cuesta bajarÉ." Para captar la ironía en toda su magnitud reparen en el tono de voz empleado por la actriz. Imaginen su voz serena, su acento canario, su tono de andar por casa, todo ello entremezclado por el glamour que siempre la acompañó, por la capacidad para hacer humor de las cuestiones más sangrantes de nuestra existencia, de los miedos y las frustraciones, de los ataques de ansiedad y estrés, de la lucha por la conquista diaria de la felicidad. Y entonces sí, volvamos a escuchar mentalmente las palabras de Antonia San Juan, en todo su contexto. "Subir, puedo subir muy bien. Pero bajar ya es otra cosa. Lo que nos cuesta bajarÉ." Veo a través de la televisión el rostro de Carmen Chacón, esa imagen que los reporteros gráficos han sabido captar y que dice tanto sobre la cuestión planteadas por San Juan en apenas una apostilla y un gesto. Subir y bajar. Veo también el lugar donde habita temporalmente el ex director del FMI en espera de acontecimientos, un espacio de 2.000 metros cuadrados al que llegó después de pagar un millón de dólares de fianza. Y compruebo que hasta para subir y bajar hay estilos, dignidades e indignidades bien distintas.