Si usted quiere quedar bien con alguien nacido en Dénia, exagere y dígale simplemente que su ciudad es especial. En parte lo es: pocos pueblos pueden alardear a lo largo de la historia de haber conquistado las Baleares para después arriesgarse a una aventura suicida en pos de la conquista imposible de Sicilia. La taifa de Daniya lo hizo y su jeque, Muyahid, fue allá en el siglo XI un tipo especial, excéntrico, loco, poeta y amante de la buena vida. En el devenir de los siglos, los principales políticos de Dénia han podido ser muy diferentes a nuestro amigo Muyahid, pero han conservado ese rango de fenómenos sociales. Pienso en Sebastià Garcia o en Paqui Viciano, dos personas que gobernaron sin mayorías absolutas en condiciones muy difíciles, que fueron apartados del poder a base de fontanería política y que frente a todo y contra todos (incluso contra ellos mismos) marcaron una época en su pueblo, con gestiones muy personales sembradas de claroscuros que desataron pasiones. Los dos, que entre ellos jamás se llevaron demasiado bien, encarnaron de forma diferente una "izquierda a la dianense", que nunca fue muy de izquierdas: más bien significó una forma de valencianismo progresista que tenía muy en cuenta las señas de identidad de una ciudad que siempre se ha considerado milenaria, como si los genes de Muyahid, medio en serio medio en broma, aún flotaran por el despacho consistorial.

Hubo una época en la que el Bloc no era Compromís sino UPV (Unitat del Poble Valencià, para los olvidadizos). Bajo el liderazgo de Garcia, ese partido situado entonces en la marginalidad catalanista, se convirtió en un fenómeno social en 1991 al ganar las elecciones con 6 ediles y en una auténtica revolución social cuando logró 9 actas en 1995. En 2003, el mismo año en que un Garcia ya agotado dimitió cuando aún le quedaban 5 regidores (hoy al Bloc, que ya no es UPV, le queda 1) saltó al firmamento la estrella de Paqui Viciano. Viciano era del PSPV y no del PSOE, matiz más que importante, y aquel año ganó por sorpresa en una época en la que el PSPV ya no ganaba nada con la promesa, en parte incumplida, de racionalizar el urbanismo, cara y cruz y de un pueblo que siempre confundió el turismo con el ladrillo. Fue la primera alcaldesa de la Comunidad a la que los constructores le hicieron una manifestación, se rodeó de gente buena y de gente peor, arrasó en las elecciones de 2007 y después nunca se supo muy bien lo que pasó: algunos dicen que era incorruptible y le pararon los pies y otros que era una dogmática que jamás supo consensuar nada. Lo cierto es que en 2008, un edil de su grupo, Juan Collado -hoy en el CDL-, se alió con el PP en una moción de censura que hizo alcaldesa a Kringe. El pasado domingo , Viciano aspiraba a reconquistar el poder. No lo logró por un concejal -obtuvo 8 frente a 9 del PP- y mil votos. Con la que está cayendo, algunos lo hubieran considerado una dulce victoria: para ella ha sido una derrota y por eso el miércoles presentó su dimisión, que ha entristecido incluso -y de forma un tanto cínica - al PP. Jorge Alarte debe estar alucinando o a lo mejor se cree que Viciano es de otro planeta. Lo mismo que los socialistas Gaspar Lloret en la Vila o Andrés Ripoll en Altea, quienes hoy siguen en su cargo y darían un brazo y parte del otro por haber obtenido los mismos resultados que Viciano. Pero es que ya lo dijo Serrat: cada quien muere a su modo.