Algún médium ya ha recibido un mensaje psíquico de Bin Laden, protestando porque en el paraíso donde se ha reunido con sus secuaces no han encontrado las fuentes de miel ni las huríes prometidas. Esta reivindicación sexual desde el más allá es consistente con las preocupaciones eróticas del líder de Al Qaeda en esta vida, según demuestra la farmacopea hallada en su villa paquistaní. El terrorista disponía de medicamentos contra la hipertensión y de una variante natural de la viagra. El islamismo radical ofrece compensaciones que habíamos desatendido, al habernos concentrado en su actividad militar.

Sería curioso conocer la respuesta de Bin Laden en su visita al médico, cuando el galeno le formuló el protocolario:

-¿A qué se dedica usted?

Antes de extender las recetas, el doctor debió amonestar a su barbudo paciente:

-Relájese, no se tome la vida tan a pecho.

Los hallazgos confirman que el eslogan de Bin Laden era "haz el amor y la guerra", en ocasiones por encima del lógico declive físico. Entre los aspectos discutibles del Corán figura la posibilidad de un excesivo número de esposas -más de cero esposas es mucho-, una poligamia que explica que todos los reyes de Arabia Saudí hasta la fecha hayan sido hijos de Ibn Saud. El arsenal del refugio paquistaní se completa con vídeos porno, grabados sin duda de acuerdo con las exigencias religiosas del líder terrorista. Salvo que se trate de una argucia de Washington para desacreditar al asesinado, sus aficiones no sólo obligan a una reinterpretación freudiana de Al Qaeda, sino que apunta a un hermanamiento cinematográfico de los grandes credos.

El Islam puede pasar por alto las latas de Coca-Cola en la vivienda de Bin Laden y su barba teñida, pero lo tendrá difícil para disculpar los vídeos porno. Nos obsesionaba la penetración universal de Al Qaeda, pero es más grave constatar que si el sexo se ha infiltrado en el cubil del integrismo, no hay protección contra sus avances. Sucumbamos, pues.