Una primera reflexión sobre los resultados electorales que conoceremos esta noche ha de ser, sin duda, lo que ocurra con la participación electoral. Hay síntomas de que el porcentaje de abstención y el de los votos en blanco o nulos podría aumentar significativamente en comparación con los de las elecciones de hace cuatro años. Particularmente, el retraimiento del electorado joven podría influir en el aumento de la abstención (cuando escribo estas líneas no conozco la deriva que puede adquirir el autodenominado movimiento por la "democracia real"). Pero hay otros factores, sin embargo, que contrarrestan esa tendencia ya que las elecciones municipales y autonómicas pueden servir también para expresar un voto de castigo al Gobierno que movilizaría, más allá de lo habitual, a amplios sectores del electorado. En tal sentido, las declaraciones numantinas de Rodríguez Zapatero, afirmando que pase lo que pase no se anticiparán las elecciones legislativas, pueden estimular dicho voto con el deseo de provocar una situación política que haga insostenible su permanencia como presidente del Gobierno tras los resultados que conoceremos esta noche. También está por ver si el oportunismo y la desfachatez de Zapatero al intentar ponerse al frente de las manifestaciones de descontento provocadas por su catastrófica gestión de la crisis le pasan o no factura.

Ese es, a mi juicio, el principal dilema que han de solventar estas elecciones. Si los resultados electorales se traducen en una pérdida total o casi total del actual poder territorial del PSOE en beneficio del PP, resultará enormemente difícil el sostenimiento de la actual situación, haciéndose inevitables el relevo inmediato de Rodríguez Zapatero y las posteriores elecciones anticipadas. Si, por el contrario, el PSOE, aún acusando algunas pérdidas sensibles, logra mantener parcelas importantes de poder territorial, entraremos en una fase agónica de la legislatura con un Gobierno deslegitimado e incapaz de afrontar con una mínima dignidad los graves problemas económicos e institucionales que el país tiene planteados. Entiéndase bien que no es una cuestión exclusivamente de votos o de respaldos mayoritarios sino también de la configuración de posibles alianzas de gobierno en algunas autonomías y en las ciudades de mayor importancia, especialmente las capitales de provincia.

Eso es lo que a nivel nacional nos jugamos en estas elecciones. Zapatero va a quedar sometido en ellas, para desgracia de muchos de sus correligionarios candidatos en las elecciones, a una moción de censura que será votada por todos los españoles. Podrá intentar convencernos de que la ha superado o de que lo que hoy suceda no tiene nada que ver con él. Pero, si se confirman las tendencias que apuntan las previsiones demoscópicas, va a salir de dicha moción de censura con jirones y magulladuras que acentuarán su tambaleante y patético deambular de "pato cojo" hasta las elecciones del próximo marzo. Lo malo en ese supuesto es que de nuevo se aplazarán casi en un año los ajustes y reformas que deben abordarse desde el Gobierno pero también desde comunidades autónomas y ayuntamientos. Lo peor es que la degradación del clima social que la prolongación de la crisis está provocando y el irresponsable intento de instrumentalizarla por parte de Zapatero y otros dirigentes socialistas van a hacer todavía más difícil, por no decir imposible, cualquier proyecto nacional conjunto de regeneración política y económica.

Si volvemos la mirada hacia lo más próximo, el mantenimiento, aumento o disminución de las distancias entre PP y PSOE marcarán el significado de las elecciones en la Comunidad Valenciana. Nunca en los últimos tiempos se han dado condiciones más favorables para el despegue del socialismo valenciano que las que ahora se producen, tanto por el posible deterioro causado por el caso Gürtel como por algunos de los problemas internos del PP que han dado origen a escisiones municipales. Si, aún así, el PSOE no recorta distancias estaremos ante un resultado desastroso para los socialistas y asistiremos a una nueva crisis de liderazgo y a la posible sustitución de Alarte. En el caso de la provincia de Alicante, el termómetro más fiable de la intensidad del agotamiento del ciclo socialista lo proporcionarán los resultados de la ciudad de Elche. Atención también al posible desgaste personal del presidente Camps, que podrá medirse por la diferencia de votos entre las candidaturas autonómicas y las de algunos de los más importantes municipios, sobre todo Valencia. Respecto a las fuerzas minoritarias, lo más novedoso puede ser la posible emergencia de UPyD en algunas ciudades, como expresión de un descontento hacia los dos partidos mayoritarios por parte de capas medias urbanas. Todo esto y mucho más quedará despejado dentro de muy pocas horas, cuando se abran las urnas.