Hay varios actitudes a la hora de escribir. La más fácil consiste en no decir nada, en no molestar. Todo maravilloso. Sobre cómo enjaretar una columna carezco de metodología. Me pongo a escribirla y las ideas unas veces fluyen más y otras menos. Sí tengo un concepto como colaborador de medios informativos. Noticia siempre es, sobre todo, difundir algo que alguien o algunos han hecho o quieren hacer afectando a una o muchas personas y pretenden ocultarlo. Por ejemplo: ahora dicen que en lugar de cinco eran ocho. No vale la pena sentarse ante un ordenador atrapado por la indignación. Mejor es (aunque cueste más) reírte mientras tecleas. Por ello en esta jornada (más de tensión que de reflexión) apetece dejar ambos estados de ánimo y dedicar este espacio a lo que salga.

Para empezar observo cómo las gaviotas Auodin han intensificado esta primavera sus defecaciones sobre el parque móvil de la ciudad. Estas aves también sobrevuelan tierra adentro sobre algunos de los centros de educación buscando los restos de bocadillos esparcidos por los alumnos tras los recreos.

En la Pascua florida, en el mes de mayo (cuando aprieta la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor...., según el romancero anónimo) las rosas del jardín donde vivo no han terminado de cuajar. Como alternativa, los cardos y las ortigas no me van, y menos en un año donde a estas alturas apenas hemos registrado 84 litros de lluvia por metro cuadrado y el campo está menos verde. Al gorrión que entraba por estribor de buena mañana al bar donde tomo café se le han unido otros ejemplares más jóvenes de estos humildes pájaros sin temor a que los mate un ballestero, como lo hizo el del romance aludido dejando al prisionero sin saber cuándo venía el día. Los gorriones comparten espacio con los profesionales del volante y las monitoras encargadas del transporte escolar local con "La Marmolera" a la cabeza. Con las ratas he hecho las paces y hasta las contemplo sin repelús cuando toman el sol como los lagartos. Todo consiste en acostumbrarse. Me siguen huyendo los conejos. Es natural.

Alegría y poderío. No nos referimos a la última edición de la Feria de Mayo en Torrevieja cuyo balance, simplemente discreto, ha suscitado división de opiniones y, en algunos casos, ni comentarios. Si acaso alguna pelotera que otra entre implicados en este atípico festejo local. Lo de la alegría y el poderío viene a cuento del desfile protagonizado por la numerosa colonia noruega afincada en la Vega Baja y principalmente en Torrevieja. Miles de ciudadanos de este país nórdico recorrieron las calles de la ciudad, cada vez menos salinera, en dirección al Parque de las Naciones donde celebraron el aniversario de su Constitución.

Nada que ver con aquellos marineros suecos, noruegos o daneses que, nada más saltar a tierra en la Torrevieja de antaño, bebían botellas de alcohol de noventa. Célebres por sus peleas con todo quisque y con la Policía Local, encargada del orden. El otro día se cumplieron 50 años del incendio del mercante "Skagerak". El capitán del barco encerró a varios marineros borrachos en un camarote que terminó por arder. Hubo algún muerto y pudieron ser más. Varios salineros, entre ellos Vicente Bermúdez, con un soplete horadaron el casco de la nave introduciendo una manguera. Siguieron cortado la chapa y rescataron a los que pudieron.