Uno, que por edad ha visto pasar ya muchas cosas delante de sus narices y por aquello que te dan las virtudes teologales de los años, ha aprendido a respirar hondo y seguir caminando con los hombros encogidos. Uno, digo, al que le han salido callos en la lengua y durezas en la pluma estilográfica, de tanto repetir la misma cantinela de siempre y ver como rebotan las pelotas de trapo después de caer de los tejados de los demás. Uno, en definitiva, que está ya hasta los cataplines, con perdón, de repetirse siempre con las mismas papeletas, empieza a darse cuenta de que ha perdido el tiempo, su tiempo, predicando en pedregales, renunciando a muchas cosas y hasta sacrificando sus propios beneficios en las listas creativas de algunas rémoras escurridizas.

Resulta que después de tanto púlpito gratuito, nos damos cuenta que tenemos una "Gran Ciudad", eventos de "Interés Turístico Internacional", otras celebraciones a punto de caer en las mismas calificaciones, poetas de reconocida nombradía universal, monumentos nacionales, etcétera. Y todo ello con la necesidad de ser representado por símbolos artísticos y culturales (esculturas, pinturas, arquitectura, etcétera) que pongan de manifiesto esta grandiosidad y esta gran suerte de exaltar a aquellos personajes y obras que, desgraciadamente y como siempre, en vida, no se hace nunca.

Pero Orihuela, la cuna de tanta cultura, sigue ostentando el primer premio al desprecio por todo lo propio y también el primer premio a la exaltación de todo lo foráneo. Cualquier cosa que venga de fuera es mejor que la nuestra, incluso aquello que nadie pone en duda de nuestra autoría, pasa a segundo plano cuando alguien, con suficiente cara y mano izquierda, se lo atribuye... (¿Hablamos de Miguel? O en un plano más vulgar y sencillo, ¿hablamos del arroz y costra o de las almohábenas?).

Y lo triste es que cada vez se fomenta más esta costumbre, mientras algunos rechinamos los dientes cuando hemos de soportar semejantes descalabros y procuramos hacer oídos sordos, cuando alguien te restriega por las narices estas pequeñas cosas del patriotismo chico.

Habrá que hacer muchos monumentos conmemorativos a la Semana Santa, a Los Moros y Cristianos, a Miguel (que ya se ha hecho, mejor o peor) a la Reconquista, etcétera. Y, como siempre, buscaremos al escultor foráneo o al pintor amigo de... que vive en... recomendado por don Fulano de tal, que posiblemente será Caballero Cubierto y vive en..., pero no se preocupen, los méritos que aportan son un gran bagaje de sufrimiento foráneo, un amor prohibido de ausencias y cuajado por el dolor de la distancia.

Y uno que vive pensando en todos aquellos muchachos jóvenes y no tan jóvenes que hay en Orihuela y que están a punto de marcharse de su pueblo porque no son siquiera reconocidos, más bien todo lo contrario, hasta despreciados, viendo como se encarga a los foráneos algo que ellos llevan dentro de su alma y saldría al exterior con mucha más grandiosidad.

Esos jóvenes escultores, pintores, arquitectos, artistas, escritores... que aman a esta tierra y que ven como los foráneos vienen catapultados por quienes tendrían que hacerlo con ellos. Estos, digo, serán los expulsados de su tierra por falleros, pintamonas y soplagaitas que no se dan cuenta que están siendo manipulados por el euro descalabrado, dejándoles en una situación ridícula.

Yo animo a los artistas oriolanos a que presenten sus proyectos y demuestren que están aquí, que hay que contar con ellos, que llevan en sus entrañas el sentir oriolano y eso, amigos míos, hablando para mí sólo, es una gran ventaja.