Estaba viajando el otro día a Valencia para cumplimentar unos trámites judiciales en defensa de la libertad de expresión e información de cierta prensa mal vista por el poder bien visto que todo lo ve, cuando me topo, de repente, sin previo aviso, sin tiempo de llamar a mi psicólogo de cabecera -el pediatra Miguel Muñoz, a ver si con ese retorno a la infancia del "pelargón" consigo dormir junto a los sueños inmortales-, con la fotografía del Molt Honorable estampada en el cartel electoral. Más que centrada, estampada. Centrados en ti, dice. ¡Qué susto!, digo. Por un momento pensé que era en mí. Mientras unos aspiran a la inmortalidad por la vía pediátrico-freudiana (regreso a la leche infantil, los polvos -perdón- de talco, las frotaciones nocturnas de "visvaporut", los cuentos ambivalentes de la imaginación con Caperucita o el lobo, y a los enemas figurativos), otros lo hacen por la vía de la fotografía impresionista. ¡Qué impresión! Parece que tenga diez años menos que hace diez años más o menos. El señor Camps, of course. Se nota en el rostro centrado del candidato el rastro sin centrar que dejan las esperanzas rotas, las huellas torcidas que atestiguan el sufrimiento prematuro, los surcos oblicuos de un arado penetrando en la tierra mítica de la soledad y el desconsuelo, del cansancio y la incomprensión. Es el peso de la cruz, de ahí la cara. Centrados en ti, reza la leyenda, pese a que el cartel estaba ladeado, digo. Mientras agonizo, diría Faulkner.

Menos mal que la campaña electoral también agoniza. Otra semana más soportándola y probablemente el pueblo hubiera acabado reclamando elecciones por cooptación, como las comunistas. No he vivido nada igual en mi corta vida impresionista a excepción de las campañas electorales de Corea del Norte y Cuba de estos últimos cincuenta años. Expresionistas. En esta campaña, si alguien recuerda una frase de algún candidato que no se refiera a frases de candidatos de otros partidos para escupírselas a la cara, le recomiendo visitar al proctólogo de la memoria para que le explore ese agujero negro de la imaginación. Ni él se lo creería ni yo tampoco.

Hay rostros electivos -como los mensajes- que vienen repitiéndose más de veinticinco años, unas bodas de plata muy rentables para ciertos profesionales de la política. ¿No piensan retirarse nunca mais? ¿Tan ventajosa les resulta la política? ¿Tanto quieren al pueblo que están dispuestos a servirle otros veinticinco años más hasta cumplir las bodas de oro? ¿O hasta hacerse más de oro? ¿Son ahora más pobres que cuando entraron en política, o más ricos? ¿Por qué no se lo cuentan a la ciudadanía? ¿Cómo explicar, sin sonrojarse, que tras su paso por la política sus vidas profesionales son más exitosas? ¿Cómo convencer al pueblo -sin que éste deba tomar tranquilizantes de por vida- de que sus nuevas casas, los chalés, los coches caros, los viajes de lujo, la vida muelle, son fruto de la casualidad, las herencias, el matrimonio, el buen hacer profesional o la lotería? ¿No influyó en nada su actividad política? ¿Cuántos y cuántas volvieron a sus modestos orígenes materiales al abandonar la política?

Mientras nuestra casta política sigue insultándose, amenazándose con querellas, prometiendo lo que nunca cumplirá, denunciando con afectada indignación la corrupción ajena al tiempo que oculta con inopinada dignidad la propia, enzarzándose en disputas personales a despecho de los verdaderos problemas de la ciudadanía (el tercero de ellos es precisamente los políticos), España tiene cinco millones de parados, la inflación se dispara, la juventud emigra a otros países en busca de trabajo y dignidad, los desahucios por impago de hipotecas crecen exponencialmente (¿conocen a algún político que haya perdido el piso por no pagar la hipoteca?), la economía sumergida supera el 20%, se bate el récord de suspensiones de pago, las perspectivas de crecimiento se desmoronan y las previsiones del Gobierno en materia económica y de empleo son papel mojado. Sin embargo, Zapatero se atreve a llamar bellacos a quienes afirmen que ha habido recortes sociales. Yo soy un bellaco. ¿Y ustedes dos?

Ahora que la conjunción planetaria entre los líderes mundiales Obama y Zapatero -los progresistas "avant la lettre" que aplaudía Leire Pajín- no se ha producido (Obama ni ha pisado España ni la pisará con Zapatero en el poder), la gran esperanza del socialismo solidario, de la izquierda del lujo y los placeres, de la "gauche divine", Dominique Strauss-Khan, desnudo de escrúpulos, se ha hospedado varios días en una habitación sin vistas pagada por la ciudad de Nueva York. No es la suite de 3.000 dólares a la que está acostumbrado este socialista sostenible y transversal, pero cumple los requisitos que predica la izquierda: vivienda pública y gratuita para todos y todas a costa del Estado. Un símbolo, un síntoma, todo un diccionario estético sobre la agonía de una ideología encarnada demasiadas veces por auténticos vividores. Adieu, mes amis, voy a limpiar la habitación. Toc, toc, ¿se puede?