No sé si lo que sustenta al movimiento 15-M es una ideología de izquierdas o de derechas. Tampoco si el 22-M el planteamiento de no ir a votar a los partidos que no les dan soluciones a sus problemas beneficia más al PP que perjudica al PSOE o al contrario. Ni lo sé, ni me preocupa, pero lo que es más importante, tampoco les inquieta a los protagonistas de las movilizaciones porque corren unos tiempos en los que la línea que separa a las dos principales fuerzas políticas es tan fina que cada vez se traspasa con más facilidad, como bien se ha podido comprobar con las medidas de ajuste del gobierno Zapatero y como bien se podrá comprobar con las medidas de ajuste y recorte del gasto que adoptarán comunidades autónomas y ayuntamientos tras las elecciones del próximo domingo con independencia de su color político. Pero sí sé por qué están en la calle los, como todos hemos coincidido en llamarlos, indignados. Están porque tienen formación y no tienen empleo, están porque tenían trabajo y lo han perdido, están porque los partidos políticos tradicionales, aferrados a las estrategias de campaña, han pasado hasta la indecencia de sus problemas, están porque no han escuchado a nadie poner sobre la mesa un paquete de medidas que les dé un mínimo de esperanza. Están, en resumidas cuentas, porque no tienen futuro. Y tienen todo el derecho del mundo a salir a la calle como lo están haciendo para exigir cambios en el sistema democrático que haga a nuestros cargos públicos más representativos de sus ciudadanos y más dependientes de sus problemas. Harán mal las fuerzas políticas si echan en saco roto este grito de protesta, si se lo toman como una cuestión pasajera, si no ven que en el fondo de todo subyace una reivindicación de cambio profundo de las reglas del juego, una necesidad de introducir correcciones a un sistema económico basado en la aplicación pura y dura de las directrices del mercado, menospreciando a las personas, que sólo contamos en términos de pérdidas y ganancias. Estarán ciegos y se quedarán atrás, superados por los acontecimientos, porque los ciudadanos hemos dicho

¡basta ya!