He pasado varios días fuera de España, desconectado de las noticias nacionales, lo cual aconsejo, y tras mi regreso me encuentro con la llamada plataforma 15M. Me llama mucho la atención porque algunos la comparan con las revueltas norteafricanas, dado que piden una democracia real; a pocos días de las elecciones hay que poner algunas opiniones en tela de juicio, ya que hay que salvar las distancias. Sin embargo, la aparición de esta plataforma me alegra de manera moderada, pues representa una escenificación del rechazo popular a lo que representa la vida política, llámese políticos, partidos, etcétera, lo cual ya nos lo avanzaba el CIS desde hacía mucho tiempo. Al margen de las organizaciones que pudieran estar detrás de la plataforma, que es importante, la irrupción de la misma, con la fuerza con la que lo ha hecho, aporta un elemento más al actual proceso político.

Ya se sabía que estos comicios no iban a ser meramente municipales o autonómicos, de hecho, los dos grandes partidos políticos han presentado una batalla electoral muy nacional, pues lo que parecía estar en juego era el balance final de la crisis y sus efectos electorales dentro de diez meses. Es más, parecía que estábamos ante la reedición de 1995, es decir, la conquista del poder territorial por el PP y el adelanto del cambio en el panorama político-nacional unos meses después, llevando al PSOE a un proceso de reflexión y regeneración interna, es decir, crisis. Sin embargo, la plataforma en cuestión va a perjudicar los intereses electorales de los partidos de izquierda, cuyo electorado se va a desmovilizar en beneficio de la derecha, cuyo suelo electoral es siempre muy alto, a pesar de que el rechazo que esgrimen es contra ambos partidos, en particular, y el sistema de partidos, en general. De tal manera, que el PSOE sufrirá una pérdida que alterará las previsiones, que ya eran malas, arrastrando a la organización a una crisis más profunda todavía.

Pero no es tan malo como parece. Si el 23M para el PSOE iba a ser un juego de posiciones de cara a las primarias y los congresos y asambleas posteriores, pero sin alterar las bases sobre las que se asienta el partido. Ahora, el PSOE va a poder ser el primero, gracias a su crisis interna, en dar una respuesta eficaz a lo que la sociedad demanda y que la plataforma amplifica. Si tras la anterior crisis interna llegó las primarias, el nuevo periodo será el oportuno para plantear no ya una democracia directa, la cual es inviable, sino un cambio en las formas de organizar los partidos políticos que permitan su apertura a la sociedad. En este sentido, hay muchas propuestas encima de la mesa, algunas me he permitido tratarlas en este espacio, como son el acceso de todos los ciudadanos a las primarias de los partidos, las listas abiertas, entre otras muchas.

En definitiva, el posible descalabro de los partidos de izquierda, en concreto el PSOE, no debe mermar la esperanza de reconstruir una nueva imagen de la política y de los políticos. Es cierto que la política no es sólo cuestión de formas, pero también lo es que por las formas se empieza para poder plantear cuestiones de fondo, las cuales requieren también una reflexión en profundidad.