Recientemente ha sido publicado el libro Reacciona. Varios autores, entre los que se encuentran José Luis Sampedro, Baltasar Garzón, Mayor Zaragoza, no ocultan el objetivo de la publicación: hacernos despertar del letargo reinante. Para ello nos incitan a dar el paso de la reflexión a la acción, hecho indispensable para intentar torcer el rumbo anodino en que nos encontramos. Reacciona viene a ser el eco español del célebre Indignaos de Stéphane Hessel.

Pues bien, inmediatamente, tenemos una oportunidad de oro en la próxima convocatoria electoral para intentar paliar en parte el descrédito en que ha caído lo que entendemos por "la política". Como muy bien nos espolean los autores antes aludidos, no es posible que la ciudadanía permanezca impasible ante la impostura magnífica con que se viste la corrupción y su libre acceso a los puestos de mando. Opino que el tiempo de pensar se ha acabado y nos toca actuar. Entiendo por pensar las innumerables vueltas que le damos a las cosas y que no conllevan aparejadas una acción posterior sino que, cómodamente, se convierten en quejas, súplicas, desencantos o cualesquiera otras manifestaciones del pensamiento pero que no avanzan más allá. Quizás sea el voto que podemos depositar en las urnas muy poco, probablemente alguna esperanza de cambio se vea frustrada, es muy posible que la actitud de gobernantes y demás familia no se vea alterada ni un milímetro, todo ello puede ocurrir. Sin embargo, ¿probamos con la apatía?, ¿con la indiferencia? Con razón nos advierte Ignacio Escolar en el libro antes aludido: "De todos los argumentos contra cualquier movilización hay uno que siempre se repite "no va a valer de nada". En ese determinismo fatalista vive hoy gran parte de la sociedad, esos ciudadanos que en la tertulia del bar critican esa situación pero que después afrontan su destino resignados porque, total, nada va a cambiar. Es una profecía autocumplida: nada cambia cuando nadie hace nada, y vuelta a empezar".

Me repugna la idea de que me pueda representar una persona que tiene cuentas pendientes con la justicia y bajo sospecha en su comportamiento público. Simplemente es inconcebible que hayamos llegado a esta situación en la que quien se postula para gobernar carece de los atributos de honestidad que se le supone para su función. Alguien ha hecho un gran trabajo de confusión para que en nuestras mentes se conforme la idea de que la corrupción y la mentira se vean, no empañadas, premiadas con el acceso de nuevo al poder. Si esto no es motivo para reaccionar, es que algo va mal, muy mal. Lean, lean el testimonio vital del pensador Tony Judt Algo va mal, todo un aldabonazo en las conciencias rebosantes de bienestar en nuestro Occidente tan admirado.

Desviar la atención. Sabemos perfectamente que la publicidad en el ámbito de los partidos políticos que detentan el poder es indispensable para desviar la atención, crear problemas señuelo, enmascarar las propuestas dolorosas con toda una verborrea de antifaz para edulcorar con el lenguaje lo que no es más que la pérdida de derechos conquistados dolorosamente por nuestros padres y abuelos. Por eso no podemos consentir que vuelvan a sus poltronas quienes han hecho de la política el reducto de su fortaleza y el descrédito más absoluto de algo que debiera ser participación en los asuntos comunitarios. No podemos, añado, dejar el paso franco a la ignominia de vernos dirigidos por falsos caudillos cuyo techo de cristal lo quieren proteger con nuestros votos.

Hay que reaccionar. Posiblemente este artículo de opinión sea poco leído, sin embargo ello no impide que mi propia razón se vea agitada e intente, humildemente, llamar la atención sobre lo que es notorio y evidente: el fracaso del pensamiento acomodaticio. Urge, pues, algún tipo de acción. ¿Podemos empezar con el voto del domingo? El Barón de Münchausen se salvaba de la ciénaga tirándose a sí mismo de los pelos hacia arriba. Yo no creo en muchas salvaciones, pero a alguna debemos atender. Intentar que no se sienten en los mismos escaños municipales y autonómicos los y las que con su ejemplo nos insultan constantemente y destrozan la débil red que es la democracia, dejándonos a un paso de la selva; los y las que con su fraude y desparpajo actúan sin recato dejando entrever los hilos al trasluz; aquellos presidentes que enfundados en prendas maravillosas deambulan por la calle cuando saben muy bien que van desnudos. Reaccionemos, aunque sólo sea, esta vez, para desentumecer viejas ideas que, antaño, considerábamos abiertas, emancipadoras y justas. En palabras de Rosa María Artal en el libro comentado Reacciona: "Juntos. Serena y firmemente. Toma posesión de ti mismo, hazte cargo de las riendas de tu vida, busca el bien común frente al egoísmo. Teje y ayuda a tejer".

¡Reacciona!