Erase una vez un ratón poderoso, de fino oído y cola briosa. Un macho dominante que paseaba con arrogancia sus astutos bigotes por un territorio vastísimo. Como todo ratón embriagado por la fragancia de un queso, comía y comía y comía, glotón, importándole un adarme la nacionalidad del lácteo.

Quien detenta el poder, padece, con el tiempo, una bajada de defensas. Se idiotiza. Literalmente. Podría atribuirse a las horas que consume en el receptáculo del coche oficial; a contemplarse día sí y día también en los medios de comunicación; al yo ordeno y tú obedeces sin rechistar; a las adulaciones de sicofantes y corifeos; y a la circunstancia, que influye considerablemente, de no tener que pagar nunca. Estas cinco causas van introduciendo en los espacios neuronales del cerebro (científicamente: alvéolos presidenciales) una sustancia que, inexorablemente, altera, en un primer momento, su percepción de la realidad y, ulteriormente, su conducta.

Es tal la superioridad con la que se creen ungidos y la reverencia y devoción que despiertan a su alrededor que, tarde o temprano, bajan la guardia poniendo al descubierto sus flancos débiles. Ellos, sin embargo, no se dan cuentan. Cuanto más caminan abriendo en abanico la cola, más se entontecen. Excepciones: algunas, pocas.

Ni juzgo, ni absuelvo, ni condeno que Dominique Strauss-Kahn se comiese el queso, si es que lo hizo. El que esté libre de pecado que tire la primera porción. Cada uno es muy libre de hacer lo que quiera y allá cada cual con sus gustos, apetitos y braguetas.

Le tendieron, sin embargo, la trampa y él, idiotizado, cayó en el cepo. Con el ratón atrapado por sus partes, nos hallamos ante una apasionante trama de serie negra.

Una primera hipótesis contempla la pista de la venganza húngara: aquella guapa rubísima, funcionaria del FMI, quien denunció en su día a Strauss-Kahn por abuso de poder. De confirmarse esta turbulenta hipótesis, el que haya sido una negra quien hiciera de cepo, (cuya nación de origen, Ghana, formaba parte de las competencias de la rubia funcionaria húngara), tendría su punto de refinamiento cruel.

Todo son conjeturas. Acaso, el cepo lo pusieran los "mercados" -ese ente diabólico- por la predisposición del presidente del FMI a establecer condiciones menos rígidas para Portugal y Grecia, en los rescates y consiguientes ajustes económicos.

¿Una maniobra, quizás, de los servicios secretos ante su probable candidatura a la presidencia de la República francesa, compitiendo con el actual titular señor Sarkozy? No lo sabemos. Las sospechas, eso sí, auguran una apasionante novela.

Érase una vez un ratón poderoso, de fino oído y briosa cola que siguiendo el rastro del queso cayó en el cepo. Ahora es, apenas, un saltamontes reventado sin piedad.

Terminan siempre por bajar la guardia. Y subirse al yate. Se entontecen. Sin remisión.