Hace 55 años García Berlanga dirigió una magnífica película filmada en Peñíscola. Recordarán que Hamilton, profesor y científico huye de su país y se esconde en Calabuch, pueblo mediterráneo, porque no quiere que sus investigaciones sirvan a intereses militares. Los habitantes del pueblo, al descubrir al sabio que hay en él, le piden que haga los mejores fuegos artificiales para asombro de todos los pueblos de la comarca.

El planteamiento sigue vigente y Berlanga una vez más hizo un clarividente y profético retrato de nuestra sociedad que se ha dedicado a invertir en fuegos artificiales: Terra Mítica, Ciudad de la Luz, Ciudad de las Lenguas, la Volvo, Fórmula 1, Copa América de Vela, aeropuertos sin aviones, bibliotecas sin libros y ladrillos, eso sí, muchos ladrillos, cosas efímeras al fin y al cabo, en vez de usar el potencial humano que tenemos para afrontar con valentía e inteligencia nuestro futuro, ponerse al día en las nuevas tecnologías y ser más productivos, invertir en I+D+i y crear parques tecnológicos que enlacen la empresa y la universidad en beneficio de nuestra sociedad.

Apoyemos con ilusión a aquellos que con dignidad, seriedad y rigor, y no con fuegos de artificio, quieren llevarnos hacía un futuro limpio que podamos compartir todos.