Que todo el pueblo vive su Fiesta es un hecho más que comprobado. La sociedad alcoyana la ha hecho suya, ha asumido su presencia en las calles y las plazas, en el interior del templo. Desde la madrugada de cada 22 de abril con el rezo del avemaría hasta la anochecida del 24 con la aparición de Sant Jordiet, la lluvia prodigiosa de saetas que nunca matan y ni siquiera hieren, la Fiesta se desarrolla en jornadas intensas, ricas en emociones.

Es el paso de los cristianos, de todas las filaes, con sus aires marciales, medievalistas, exhibiendo catapultas, réplicas de castillos y torres de asalto con el acompañamiento de damas y valencianas al paso "dels maseros". Marchas vibrantes, himnos y aleluyas, coreografías y escenificaciones de gran colorido.

La tarde es pastosa, sensual, solemne. Los moros de pantalón abombachado muestran espingardas y corvos alfanjes. Las banderas son verdes y las grímpolas están bordadas con hilos de seda que dibujan medias lunas de plata. Huríes y danzarinas y esos cabos de escuadra que en una exhibición verticalista reclaman con la mirada el parabién y el aplauso del público entregado.

Aquella Fiesta de ayer es hoy otra Fiesta, dinámica, multicolor y a la vez multiplicada. El efecto multiplicador de la emoción la hace distinta siendo, en realidad, la misma. Se celebra en honor de San Jorge, y ya, desde hace doscientos años en honor y gloria del "Sant Jordi matamoros".

Es en 1810 cuando un alcoyano llamado Miguel Gironés que ejerce la profesión de molinero, un enamorado de la fiesta y del patrón San Jorge se decide, por iniciativa propia, a darle un vuelco total a la iconografía o representación del mártir de Roma. Gironés es un personaje interesantísimo puesto que en algún momento de su vida perteneció a la junta directiva de "nuestro señor San Jorge" -la que el pueblo denomina "junta de festes"-, afiliado, además, a una comparsa o filà mora, y que representó el cargo de capitán al comenzar el XIX, en 1805 concretamente.

Para su propio deleite, para su hogar hace que se le encargue a un escultor valenciano apellidado Pérez, una "Imagen del Glorioso Patrón San Jorge, fabricada con el ademán, y representando aquel mismo acto de su aparición en los Muros de esta Villa sobre Cavallo Blanco según nos dice su historia".

El maléfico dragón alado, devorador de niños y princesas, todo un símbolo y acaso un icono universal, ahora se pretende borrar de la geografía local. San Jorge se alcoyaniza, se naturaliza en nuestra ciudad.

El deseo de Gironés se hace realidad "Cuya Imagen se ha construido a expensas propias del Recurrente", según se hace constar en la documentación existente, escrito que se dirige al consistorio.

"Representando aquel mismo acto de su aparición en los Muros de esta VillaÉ según nos dice su historia". Se está aludiendo directamente aunque sin citarse a la "Celebre Centuria" del cronista Carbonell, ese "Cavallero que avían visto sobre los muros", el Hualy para los moros atacantes, el San Jorge para los cristianos alcoyanos defensores de la villa.

También hay que recordar el "Cronicón" redactado por el padre Picher, compuesto entre 1748 y 1781, treinta y tres años decisivos en el desarrollo de la fiesta alcoyana.

Se trata del "Resumen de las antigüedades históricas y demás, pertenecientes a la situación y recinto de Alcoy, según se contiene en el índice". Manuscrito desaparecido pero que historiadores de Alcoy llegaron a consultar en algunas copias.

Picher refuerza y reafirma lo dicho un siglo antes por Carbonell, citando las dos compañías de arcabuceros, una cristiana y la otra "vestida a lo turco". Detalla muchos aspectos, entre ellos la solemnísima y participativa procesión, la imagen de San Jorge con la reliquia del Santo, las escaramuzas entre uno y otro bando a base de descargas de arcabuces y trabucos. Y ya se habla de la imitación de un castillo que se levanta en la plaza de San Agustín y que el autor del "Cronicón" llama "Villa artificial" y el "Castillo del Puche" -castillo del Puig-. Se recitan los versos de una doble embajada, y sobre los simulados dentellones del castillo aparece San Jorge a caballo, "circuido de Gloria y Angeles cantando la Vitoria, y hechando Lanzas, Alcansias y Dardos" a los moros que retroceden y se retiran y abandonan el empeño de tomar la villa.

Razón tenía -tuvo en aquel momento- Miguel Gironés, de intentar y conseguir el cambio iconográfico. Se rompía una tradición pero se comenzaba otra que ya contabiliza doscientos años. La talla tiene aires neoclasicistas.

El yelmo se adorna con tres plumas abiertas en abanico y el moro principal, a los pies, bajo las blanquísimas manos, un moro "miquero", con el traje antiguo y a la vez actual de la filà Domingo Miques -en cuyo vestuario aún figura su pantalón verde rayado en negro, confeccionado en lana-, intenta salvaguardarse de las saetas que el santo arroja, alzando su mano en la que sostiene un rodelo.

Sí, es verdad que existen unos azulejos en los que figura San Jorge lanceando al reptil, pero asomándose detrás de él tres personajes moros, también hay que recordar al hermosísimo retablo del "Centenar de la Ploma", obra de Marçal de Sax, con San Jorge atacando a los moros al lado mismo del rey Jaime I.

Y a partir de 1811 todo cambia: el grabado que es la portadilla de la "Embajada de Moros y Cristianos", publicada en 1838, obra de Francisco Cabrera, a la vez impresor.

El grabado que figura en los "Gozos", de 1846É el magnífico óleo de Francisco Laporta, de 1874, el mural que Cabrera Cantó ejecuta en al ábside de la iglesia del patrón, una verdadera representación de la epopeya vivida por los alcoyanos aquel mismo año en el que meses después moría el rey conquistador, fundador del reino de Valencia.

Dianas, entradas, procesiones, la doble guerra de la pólvora, una pólvora descafeinada que no hiere, ni quema ni mata. Los gestos de embajadores declamando versos y exigiendo rendiciones que nunca llegan.

Sant Jordiet, el niño mortal que representa al soldado capadocio, es decir, la encarnación viva y real del santo que Miguel Gironés quiso que tuviera otra actitud, otras maneras, recordando que San Jorge protegió a Alcoy y que, en su honor, se hace la Fiesta de Moros y Cristianos.