Se advierte una tendencia, en ocasiones ostentosa y en otras sutil, a que los sistemas electorales favorezcan a los grandes partidos y quizá se deba a que son precisamente ellos los que deciden el método de escrutinio. Parece una tentación irresistible dividir la tarta en tantas porciones como comensales pero de tamaño diferente y esto inevitablemente deja al más pequeño de ellos con una ración de subsistencia. En España, la gran damnificada es la izquierda del PSOE, es decir, toda la izquierda española, cuya relación votos/escaños es aproximadamente la misma que la de calidad/precio en un coche italiano. En 2007, la candidatura autonómica de IU obtuvo doscientos mil votos y siete escaños; la del PP, un millón doscientos mil votos y cincuenta y siete escaños. Llamazares porfió inútilmente por dignificar estos baremos hasta que el FBI le confundió con Bin Laden y sus prioridades pasaron a ser otras.

Se precisa una elevada dosis de coherencia intelectual, iluminismo o dignidad estoica para soportar la certeza de que la única aspiración es influir en quien gobierna pero nunca gobernar. Las tres posibilidades cuadrarían con el perfil lejano de Marga Sanz, candidata de EUPV a la presidencia autonómica. La coherencia queda acreditada en quien es comunista desde que abandonó el colegio de monjas; el iluminismo, en declaraciones como "exigimos recuperar la CAM y Bancaja", una bella ansia que tropieza con un balance horrendo; en cuanto a la dignidad estoica, todos sabemos que dirigir un pelotón de futuros derrotados es menos gratificante que unirse a los vencedores para medrar en la opulencia de monsieur D´Hondt. Varios miles de ejemplos nos contemplan.

Sanz debe enfrentarse a otro problema sobrevenido: la atomización de la oferta de izquierdas. Sé que es difícil atomizar lo que ya era un átomo difuso, pero ha ocurrido. El próximo domingo su candidatura (el comunismo ortodoxo, para entendernos) competirá con "Compromís", con Esquerra Republicana y hasta con el autobús itinerante de Rosa Díez para rebañar los restos del festín liberal-conservador. Omito por falta de espacio media docena más de siglas que deprimirían a Job. Ésta no es una sección dedicada a la magia negra y renuncio a especular cómo es posible que la fisión de un átomo dé tanto de sí. Lo incontrovertible es que a los obstáculos de un sistema electoral diseñado para prescindir de los locos bajitos, se une la catastrófica puerilidad de esos mismos locos bajitos. Quizá esto explique el gesto severo con el que la candidata suele posar y su discurso cartesiano, poco apto para saraos atiborrados de chistes tabernarios y eslóganes catatónicos como el de Tomás Gómez: "Me gustaría para Madrid lo que Zapatero ha hecho en España". Marga Sanz jamás disparataría así. Pero Tomás Gómez será elegido con pífanos y ella pelea por evitar el desahucio. Causa justa, se dirá la heroína, y la llamada del deber.