Al rico pastel de la TDT. Yo quiero una tele. Y yo otra. Pues yo también. Y de golpe, de la nada, del frío espacio sideral, del mundo de las sombras, el aire se llenó de señales y se dieron hostias para tener un canal. ¿Y qué nos traerá tanta choza? Libertad, mucha y variada oferta, una fiesta sin fin, canales para que cada cual vea lo nunca visto, espacios de una calidad ignota, acongojante, periodismo fresco, reportajes vanguardistas, lo peor que podría soñar un crítico porque tendría que multiplicarse por mil, qué digo por mil, tendría que multiplicarse hoy más que ayer pero menos que mañana en un agotamiento extraordinario para atender esa oferta marcada por la calidad y la libertad. Total, nació Intereconomía y nació Veo7, entre otras chicas del montón, unas maullando por aquí, otras imitando por allí, y otras vendiendo lo que pillan por allá. Viva la TDT.

Enterrada CNN+ y nacida sobre su doloroso recuerdo otra pocilga con los dineros de Silvio Berlusconi, preparan el funeral de la tele de Pedro Jeta Ramírez, al que de un momento a otro escucharemos decir que el desmantelamiento de Veo7 no es más que la última prueba de que los Tedax, el Tintadine, la mochila y la furgoneta con música de la Orquesta Mondragón forman parte de la conspiración del mundo contra sus tirantes. El mes que viene, a la puta calle un montón de gente de informativos. Sólo se quedarán los programas rentables, he leído. ¿Programas rentables? El estropicio económico creo que es más sangrante e insostenible que la calidad de este canal, al que sólo se puede uno acercar con las máximas precauciones de seguridad ya que ha hecho de la manipulación su sello distintivo. Ni recortes ni leches, cierre y a la venta, ha dicho un jefazo. Amén.