En la actualidad, una de las principales características del entorno empresarial es la gran cantidad de cambios que se están manifestando y produciendo de forma constante y a gran velocidad. Mutaciones complejas y variadas que pueden llegar a tener un impacto sobre las organizaciones, cualquiera que sea su objetivo, su forma jurídica, su actividad, su dimensión, su localización.

La dirección de las empresas está muy condicionada por las transformaciones que se producen en su entorno y en su interior, por este motivo es trascendental conocerlas y saber gestionarlas. En este contexto, adquiere mucho significado la afirmación de John Kotter, reconocido experto en liderazgo y cambio organizativo, que considera que "no se pueden dirigir empresas del siglo XXI, con estructuras del siglo XX y directivos del siglo XIX".

La clase dirigente tiene que ser consciente de que estamos en el año 2011 y que las cosas en el mundo no son como en el pasado, ni serán en el futuro como son ahora. Y esto no tiene por qué ser ni bueno, ni malo. Sólo hay que estar formados y preparados para tener una serie de capacidades directivas, necesarias para saber gestionar las organizaciones en un entorno muy cambiante.

Es fundamental tener la capacidad de movilizar la creatividad del personal de la organización y fomentar las actividades innovadoras, para dar valor a todos los recursos de la empresa y transformarlos en factores de éxito. Como reconoce Luis Díaz Marcos, director general de EOI Escuela de Negocios, la innovación tiene que ser una actitud, una forma de comportamiento empresarial, una forma de sobrevivir. Se trata de ser proclive a lanzar novedades, a explorar nuevas formas de producción y comercialización, a analizar posibles mejoras en los procesos de relación con los clientes, a fidelizar clientes y proveedores, a ampliar mercados, productos y servicios, a aumentar el valor de la organización generando mejores resultados, más duraderos y sostenibles.

La dirección debe tener la capacidad de analizar con profundidad los condicionantes y elementos del entorno organizativo y de interpretar las tendencias que se manifiestan en el mismo y que pueden cambiar las reglas del juego en la empresa. Se trata de entender lo que ya está pasando, de ver cuál es el potencial revolucionario de aquellas cosas que están cambiando en este mismo momento. El reto no consiste en predecir, sino en comprender con profundidad las transformaciones que, si se aprovechan, pueden ser la base de nuevas oportunidades para la empresa.

Otra capacidad directiva importante es saber definir la visión de futuro de la empresa, su propósito estratégico, a partir de la información que se tenga del entorno organizativo y del conocimiento interno de sus debilidades y fortalezas.

Para gestionar el proceso de cambio en la empresa es necesario que el directivo sea capaz, en cada momento, de definir y desarrollar una serie de acciones que permitan a la organización beneficiarse de las oportunidades que se puedan generar en su entorno y, al mismo tiempo, protegerse de forma adecuada de las posibles amenazas que puedan surgir. Es muy importante tener la capacidad de convertir la incertidumbre en oportunidades de negocio, siendo imprescindible para ello disponer de una buena información.

Estas cuatro capacidades directivas son características esenciales de una gestión exitosa en un entorno organizativo muy cambiante, y tienen que ser la base de una política empresarial que se propone, como afirma Lewis Munford (1895-1990), sociólogo, historiador y urbanista estadounidense, "mirar el pasado, entender el presente y planear el futuro como partes indisolubles de un proceso único".

A pesar de los significativos cambios que se manifiestan en el entorno, y recordando la frase de John Kotter, lo que está claro es que los dirigentes tienen que elegir en qué siglo quieren estar, para gestionar sus organizaciones. Y no sólo es una decisión, hay que tener capacidades directivas para ello. Por lo tanto, hay que querer y saber.