Son las multitudes en las calles las que están "matando" a Al Qaeda. En Túnez, Egipto, Libia, Siria, Yemen, Irán y en otros países, la gente se ha lanzado a las calles exigiendo libertad, trabajo, pan, el cese de la corrupción. La propuesta de Al Qaeda basada en el terrorismo indiscriminado, en un fanatismo que parece considerar que casi todos los musulmanes son herejes y ellos son los únicos servidores de Alá en una "guerra santa" suicida, no dio resultado. Después de miles de muertos, la mayoría de ellos, por cierto, musulmanes, su única "victoria" ha sido la de fortalecer a los sectores más reaccionarios y de extrema derecha de Occidente. Atentados como el ocurrido recientemente en Marraquesh, por ejemplo, tienen como objetivo sabotear las reformas prometidas y justificar la represión del régimen. Para Al Qaeda sigue vigente la perniciosa consigna de los años setenta: "Cuanto peor mejor".

La situación en Afganistán es diferente: es el país donde gobernaron los talibanes demostrando su fanatismo y crueldad. Conviene recordar que fue en Afganistán en donde Bin Laden comenzó su "cruzada" contra la invasión soviética, y en aquella circunstancia recibió el apoyo económico y militar de la CIA. Cuando el fin justifica los medios suele pasar que se promocionan monstruos que después resultan incontrolables; aún se pagan las consecuencias. La promoción de Bin Laden, un hombre tan rico, permite recordar cómo se apoyó a Hitler y cómo éste provocó luego el horror de la Segunda Guerra Mundial: más de 50 millones de muertos. ¿Se temía a los rusos? Pues el Ejército Rojo de Stalin tomó Berlín.

Los medios de comunicación y no sólo los medios de comunicación no se ponen de acuerdo. Bin Laden, ¿fue muerto, asesinado, ejecutado, desaparecido? Posiblemente a la Casa Blanca le convenía más un Bin Laden muerto que prisionero. En un juicio justo, con todas las garantías, podía defenderse acusando, y no por lo de Guantánamo. Quizás podía demostrar que, como Gadafi, él también fue "un amigo". Un aspecto de esta operación que debería preocupar especialmente es que el líder carismático de Al Qaeda hacía años que vivía en un país "amigo", Pakistán. ¿Qué no les avisaron? Más bien.

¿Se llegó hasta Bin Laden gracias a la información suministrada por un preso que hace años que está recluido, en un limbo legal, en Guantánamo? Puede que se trate de justificar la existencia de ese campo de concentración en donde no se reconoce la Convención de Ginebra. El Gobierno democrático de los Estados Unidos informa que ese preso sufrió la técnica -¿es una técnica?-, del ahogamiento simulado ("waterboarding"), 183 veces. Se está justificando la tortura, entonces el fin justifica los medios. Enterados.

En Nueva York han festejado la muerte de Bin Laden y esto ha sorprendido. Así somos los humanos. Cuando el atentado contra las Torres Gemelas, en Palestina hubo manifestaciones de júbilo. Cuando murió Franco se agotó el cava y no sólo el cava. A todo esto las palestinas Fatah y Hamás han llegado a un acuerdo en Egipto y es de esperar que el Gobierno israelí entienda que se abre una puerta para que haya paz en la zona; indudablemente lo que está sucediendo en países de la región deberá tener una influencia tanto en la sociedad palestina como israelí.

A todo esto en Siria y en Libia los dictadores siguen masacrando a la población. Y finalmente, sintetizando, hoy Obama está más fuerte, menos bloqueado por unos republicanos que consideran que el Estado del Bienestar es comunismo marxista-leninista y por una población azuzada por los medios que ponen en duda hasta su nacionalidad originaria: el presidente de los Estados Unidos tuvo que mostrar en público su partida de nacimiento; demostrando que no es cierto que naciera en Kenia. Algunas encuestas dicen que el diez por ciento más o menos de los norteamericanos están convencidos de que Obama es musulmán.

Algo más: las autoridades suizas hacen público las cuantiosas fortunas que están en sus bancos de los dictadores de Túnez (Ben Alí: 47 millones de euros), Egipto (Mubarak: 320 millones de euros) y Libia (Gadafi: 281 millones de euros); todo ese dinero debe ser entregado a las autoridades democráticas de estos países. La comunidad internacional también tendría que intervenir en este caso.

Tristes armas si no son las palabras, si no van acompañadas de gestos, de consenso, de entendimiento, en definitiva: de generosidad.