Escribir mi artículo semanal después de un partido Barça-Real Madrid es toda una experiencia, con la adrenalina todavía burbujeante tras saltar el tapón de la botella, ¡Qué manera de sufrir! Vale, el Barça irá a Londres (enhorabuena Emilio Soler) para la Final de la Champions League, pero nunca el honor quedó tan alto en el equipo merengue (al menos en los últimos años) como desque que contamos con dos caballeros portugueses, Cristiano Ronaldo y José Mourinho, tan discutidos como -para mí- indiscutibles, sin olvidar al más grande de todos: Iker Casillas. Desgranando a tientas un kilo de habas, que luego debí limpiar ante la mezclas de pieles y grano, y con la mirada fija en el televisor, sufrí y disfruté dos horas memorables, mientras mi perra, que dormitaba en el sofá, levantaba la cabeza con susto ante mis frecuentes exclamaciones, especialmente en el gol de Iguaín anulado por el árbitro. La soledad del desgranador de habas. En fin, lo que hay es lo que hay, y a partir de este momento todos debemos ser culés, al menos ante la final europea, o se es o no se es, y ahora hay que ser. Ojalá todos los sufrimientos fueran como éste! Si no sufrimiento, sí he sentido pena ante la ausencia inesperada de dos grandes hombres: Gonzalo Rojas ("Rosas son y jazmines mis cadenasÉ"), poeta chileno y premio Príncipe de Asturias, nos dejó a los 94 años, algunos más de los que le predijo su compatriota el pintor Roberto Matta: "Consíguete una vida de 80 años, porque la vida empieza a los 70". Otro grande, el escritor argentino Ernesto Sábato (quién no ha leído El Túnel), también nos dejo con pocos días de diferencia aunque unos años mas viejo: 94. Dos existencias longevas, con vidas plenas y que dejan herencias impagables. Aunque la noticia de la semana, solo empalidecida por la confrontación catalano-madrileña, ha sido la ejecución del sanguinario Bin Landen. No sufriré por su muerte, pero lamento que los americanos no consiguieran atraparle vivo para que fuera juzgado y condenado a vivir entre rejas por el resto de su vida, aunque probablemente habría sido igualmente ejecutado en la silla eléctrica. Y comprendo el respiro que su muerte ha traído al mundo civilizado pero, francamente, discrepo de la reacción de la sociedad norteamericana que ha celebrado su muerte con un jolgorio cuando menos obsceno, como si se tratara de una victoria de los Ángeles Laker. Pero el gobierno Obama ha sido bien expeditivo: diez años buscándole, se le encuentra, se le ejecuta y se le arroja al mar. Un problema menos, y a engrosar el saco de la barbarie. Probablemente haya sido, si no la mejor, sí la única forma de acabar con el enemigo público número uno; pero me repugnan los métodos tan contundentes de hacer justicia. Y a sé que cualquier familiar afectado por la muerte indiscriminada de tantos seres humanos en todo el mundo, España incluida, no compartirán mi opinión; pero es indispensable que el cerebro se imponga al dolor, que es lo que nos diferencia a los humanos de cualquiera otra especie. Que los dioses nos ahorren estos sufrimientos y nos dejen sufrir mientras desgranamos un manojo de habas de las huertas alicantinas, que nos queda mucha liga y muchas plegarias a la Santa Faz para que el Hércules en primera no haya sido flor de cáctus: una noche de vida.

La perla. "El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria. Pero hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, y es no resignarse." (Ernesto Sábato)