Permítanme que me ponga serio, que voy a hablar de fútbol. Pasaron los duelos continuados en la cumbre. Si esa es la cumbre en una actividad en la que somos primerísima potencia mundial, que nadie se queje de los ministros de Trabajo y de Economía que tenemos. Demasiado hacen los pobres. Más que ningún otro que conozca, España es un país de rivalidades enconadas. O eres del Madrid o eres del Barça. O eres del pepé o eres del pesoe. O eres de una España o eres de la otra. Por citar a uno que no respondía a esos cánones y se proclamaba ciudadano perteneciente a la Tercera España, citaré al periodista y escritor del principios del XX Chaves Nogales. Con su enorme sensibilidad a cuestas y con su fina capacidad para retratar las secuencias que sucedían a su alrededor, tuvo que poner pies en polvorosa durante la guerra tras ser perseguido por un bando y repudiado por el otro, viéndose forzado a dejar en París a la mujer e hijos cuando estalló la siguiente y a morir, al poco, solo en Londres a los cuarenta y tantos, incapaz de respirar bien fuera de aquel ambiente que le oprimía. El que se rebela contra el agua que arrastra la corriente, lo lleva claro. Yo tengo a unos pocos que me marcan y que, desde tiempo inmemorial, me repiten la misma pregunta. "Tú-insisten-, ¿de qué equipo eres?". Una vez corroborado lo que ya saben, no se privan y repreguntan por ver si desfallezco o me entrego: "¿Pero además?". En otras sociedades, el ansia por sacudirse esta opresión conduce a que, de vez en cuando, se consoliden terceras vías en un intento de sacarse de encima el trastorno bipolar. Sin ir más lejos, los verdes las han abierto en países donde ha servido, entre otras cosas, para que a los partidos tradicionales no les quede más remedio que revisar comportamientos. Aquí, ni con lunares consiguen meter baza los que no sean rojos o azules. Tras el balance súper estimulante ofrecido en estos cuatro clásicos en todos los aspectos, tocaría reflexionar. Pero poco, que en agosto hay otros dos.