Antes del desastre de ayer en el Bernabeu, Casillas y Ramos se comieron, lo que se conoce como un marrón. Pasearon la Copa del Rey ante un estadio semivacío, con cara de circunstancias. Ni una sonrisa en lo que debía ser una celebración. La tarde no estaba para fiestas después del episodio del miércoles. El partido fue de los tantas veces repetidos en Chamartín; una hora regalada al Zaragoza y prisas al final. Sin suerte y palo duro al vestuario. Ya van cuatro partidos sin ganar en casa. El martes tienen otro plato de digestión complicada en Barcelona y la consigna es pasar el trago de la mejor forma, si puede ser con remontada, pero siempre evitando una humillación.

Se ha enturbiado tanto el ambiente, que hasta el implacable Mourinho tiene contrarios en la caseta. Apenas se sabe de futbolistas que hayan levantado la voz contra él en los últimos años. Makelele en el Chelsea fue el último. Y a Ronaldo, una crítica leve le ha mandado por primera vez a la grada en 54 partidos sin que medie lesión o sanción. Pero el aviso no tiene pinta de terminar en ruptura y el núcleo duro de la plantilla -Casillas, Ramos, Alonso-, además de portugueses y brasileños están con el entrenador, que es lo mismo que estar con la institución.

Crece la corriente de que en el vestuario del Bernabeu aparecen recelos. Las derrotas son el mejor caldo de cultivo para ello. Y de eso el Madrid sabe mucho últimamente, empezando por lo de ayer. Visto el esfuerzo de la media hora final, cuesta creer que la plantilla no esté con Mou. Es muy fácil para el futbolista cargarse a un entrenador, pero dejarse la piel -con escaso acierto- como hicieron ayer los que menos juegan, que deberían ser los más descontentos, no es el mejor camino.

El silencioso Florentino Pérez sigue al lado del portugués. Tantas veces ha cambiado de modelo que no va a romper con "Mou" tan fácilmente, más cuando en el club anida la sensación de sentirse perseguidos. Con el presidente entregado al técnico, nadie da una voz más alta que otra. Lo que sí ha pedido Florentino es que se vacíen en Barcelona y que intenten la machada. Por eso ha encomendado a Casillas la misión de levantar el ánimo a la plantilla, de aglutinarlos a todos en torno a la única causa a la que pueden agarrarse: la Liga de Campeones. Mourinho agradece la ayuda y continúa con una labor silenciosa que ya inició hace varias semanas: cazar al chivato que filtra todos lo que hace el entrenador en el vestuario a un medio de comunicación. Es la única vía de agua en un grupo que cree tener controlado pese a los primeros signos de división.