Auténtica consternación es lo que he sentido al leer el artículo del profesor Luis Segovia López titulado "El Holocausto Español", sobre los horrores de la guerra civil española y su postguerra. El desencadenante de ese artículo parece ser el trabajo de un historiador que ha hecho un concienzudo trabajo de valoración de la barbarie sucedida en cada uno de los bandos enfrentados.

Estamos en 2011, esto es a 75 años del inicio de aquella contienda entre hermanos que es la mayor vergüenza que cualquier español puede tener de serlo. Nada más lejos de mi ánimo que oponerme a que se investigue, a que los historiadores hagan su trabajo. Pero sí me parece mal que un profesor universitario, responsable por tanto de formar el criterio de nuestros jóvenes, utilice este trabajo para intentar ponderar el grado de maldad de cada uno de los bandos, la medición del volumen de sangre derramada por unos y otros, para concluir en que como le parece que uno de los bandos fue más mortífero y cruel, cabe pormenorizar los horrores de éste y pasar de puntillas sobre los del otro. ¿El uno es un holocausto y el otro son daños colaterales?

Mis padres y toda su familia fueron perdedores de la guerra. Poco sospechoso puedo ser yo por tanto, de pretender erigirme en defensor de los vencedores. Pero no olvidaré nunca cómo mis padres nos inculcaron desde niños la necesidad de desterrar el odio y el rencor de nuestro pensamiento, de mirar adelante y de hacer las cosas lo mejor posible para conseguir entre todos una España unida en la que todos fuéramos iguales. Después, la transición y todos los años de democracia que hemos vivido han seguido afortunadamente esta línea y con ello hemos conseguido enterrar bien hondo nuestros fantasmas. ¿Me quiere usted explicar qué vamos a conseguir publicando en un medio de comunicación cómo los nacionales mataban a las mujeres embarazadas del bando contrario? ¿Cree usted que se puede ser objetivo hablando de torturas y muertes, comparando las de un bando con las del otro?

No tengo ninguna intención de polémica, no me gusta escribir sobre este tema y prometo no volver a hacerlo. Sólo me veo obligado a dejar patente mi opinión de que el enorme esfuerzo que han hecho ya tres generaciones de españoles, y que ha dado lugar a una admirable convivencia en paz entre nosotros, no debe verse amenazado por estos "lectores de la Historia", que o bien están anclados en ese ominoso pasado nuestro, o bien pretenden desenterrarlo aprovechando cualquier circunstancia para defender una supuesta y creo que equivocada progresía. Con todo mi respeto, don Luis, dejemos de una vez de lado nuestras particulares historias de guerra.