La tertulia de la radio debatía sobre quién ganará la Liga de fútbol. Como es sabido, el Barça y el Real Madrid son los máximos candidatos. Los partidarios de uno y otro equipo argumentaban las bondades de sus respectivos favoritos, repitiendo razonamientos vulgares y manidos. El taxista me miró por el retrovisor y sentenció con acento argentino: "la clave del equipo es el 1.569". "¿Cómo?", reaccioné sorprendido. "Si hombre", continuó condescendiente, ""un buen guardameta en la portería, un buen stopper en la defensa, un buen pelotero en el centro del campo, y un killer en el área, o sea, un 1, un 5, un 6 y un 9. Los demás jugadores, pueden ser familiares", concluyó.

Sin duda, desde el punto de vista de las personas, toda organización precisa de unos elementos clave que detentan el empuje y el talento necesarios para hacer realidad el proyecto, arrastrando y coordinando a los demás participantes. Y esos protagonistas principales son los que configuran la columna vertebral de la empresa, de la familia o del Gobierno, para lo bueno y también para lo malo. Por eso, cuando se duda de su idoneidad o incluso desaparecen, se crean vacíos de gestión que son difíciles de cubrir si no se ha previsto con antelación y método. A menudo pensamos que siempre habrá tiempo para planificar esas eventualidades, y que no puede afectar más que a algún caso aislado, pero la verdad es que a veces los acontecimientos nos pillan totalmente desprevenidos.

Y es que las situaciones relativas a la sucesión se plantean todos los días, en los ámbitos más variados, no solo en el empresarial o político, sino incluso en el personal. En estos días asistimos a los rumores sobre la sucesión de Rodríguez Zapatero al frente de nuestro Gobierno; también observamos los problemas de Mubarak en Egipto para asegurar la continuidad de su régimen; el PP ha tenido convulsiones en Asturias a la hora de identificar el candidato para la próximas elecciones municipales, hasta el punto que Álvarez Cascos ha dejado ese partido.

En ocasiones el vacío se produce con tintes más dramáticos. En abril de 2010, falleció el presidente polaco Lech Kaczynski, junto a destacados funcionarios de su gobierno, en un accidente aéreo en Rusia. Entre los miembros de la comitiva estaba el vicepresidente del Parlamento, el viceministro de Exteriores, el presidente del Banco Central, y un numeroso grupo de diputados.

El expresidente polaco y Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa, afirmó que Polonia había perdido a "su elite" política y lo comparó con la tragedia de Katyn, en la que 8.000 militares polacos, incluidos jefes y oficiales, fueron ejecutados a manos del ejército soviético en 1940, y que ha recreado en la película de igual nombre Andrzej Wajda.

En junio de 2009, fallecieron 10 representantes comerciales de una empresa francesa de distribución de material eléctrico, que precisamente volvían de un viaje de incentivos a Brasil por sus buenos resultados.

Quizá en términos de política, el procedimiento de cobertura de vacantes está más regulado, de modo que el hueco se cubrirá en cualquier supuesto. Por ejemplo, en el caso polaco mencionado, la propia Constitución preveía que correspondía al presidente del Parlamento asumir la presidencia en funciones. Pero, por otra parte, es evidente que toda interinidad se explica porque lo que no se ha previsto es que el candidato reúna de facto las competencias necesarias deseadas. En el mundo empresarial, el proceso de identificación de sucesores, cuando se lleva a cabo con rigor, suele ser más metódico y procedimentado, cubriendo las siguientes fases:

Concretar los puestos clave de la empresa. Ojo que no tienen porqué limitarse a los puestos directivos, sino que pueden incluir otras posiciones especialmente relevantes para el negocio, por lo específico de las mismas o por su know how especializado.

Concretar quiénes van a participar en el proceso, y evaluarlos en base a las competencias (aptitud y actitud) de éxito identificadas para los directivos de la empresa. Los métodos son variados: entrevista personal, role-playing, assessment center o centro de evaluación, etcétera.

El resultado de esta evaluación consiste en identificar el potencial de cada participante, considerando el grado de desarrollo en cada una de las competencias que conformen el perfil directivo en cada organización (por ejemplo, visión estratégica, orientación al cliente, trabajo en equipo, liderazgo, etcétera), así como el plazo para obtener un óptimo desarrollo. El gráfico adjunto es la consecuencia de combinar las dos variables: potencial (alto, medio o normal) y plazo (corto, medio, largo).

Identificar a los profesionales de alto potencial para posibles vacantes directivas en la empresa, que no necesariamente tienen que formar parte ya del equipo directivo.

Proporcionar feedback personalizado en las competencias directivas a los participantes en el proceso de evaluación.

Complementar el proceso mediante planes de desarrollo individual y grupal que desarrollen la mejora de las competencias directivas.

Elaborar el Plan de Sucesión en la empresa, para los puestos clave, y determinar posibles carencias, y el consecuente plan de acción para solventarlas.

En definitiva, no se trata de que los candidatos alcancen su mayor nivel de incompetencia, como predica el principio de Peter, sino de contar con talento preparado y adecuado a las exigencias del puesto y la organización. Como dice el inefable Woody Allen, nos debe interesar el futuro, porque es allí donde vamos a pasar el resto de nuestra vida.