David Trueba refirió una vez que el actor cómico de revista, Luís Cuenca, antes de morir exclamó con lucidez: "¡Nos vamos a la mierda!". Y uno, todavía en esta vida, en ocasiones tiene la misma impresión, por miedo a perderla. ¿Qué hacer allá, sin todo a lo que estás acostumbrado?

Hablando con María Pomares he pensado en lo que este periódico significa ya para mí, después de una docena de años, y cómo me podrán guardar Luís y Asun, del quiosco Poseidón, un ejemplar que traiga algo que me interesa. Y como eso: ¡tantas cosas que ahora me acompañan!

A María le he dicho que me gusta cómo trabaja -deberíamos mostrar más el respeto que por los demás sentimos-, y lo satisfactorio que es luchar con la blanca página del Word, sin pensar en el destinatario. En ese encuentro, consigo mismo, radica el interés que en otro puede despertar el que escribe. El público, que nunca sabes si está ahí, existe y es sincero. En mi caso: unos dicen, te veo en el periódico, y otros, te leo. También, sin vanidad, alguien añade: ¡A ver cuándo me sacas! Ha sido el caso, estos días que he estado en Elche, del amigo José Guilló. Un coleccionista, de interesantes publicaciones teatrales, al que estoy agradecido.

Pepe posee un tesoro en teatro serio y material gráfico de teatro frívolo, muy valioso para la investigación. ¿También eso se irá a la mierda?

Con tanto atender a una superficie en blanco para intentar decir algo, encerrado en mí, he desarrollado pánico escénico. A pesar de esas dificultades me gustaría poder hablar un día, públicamente, de la colección de Pepe Guilló y de las fotografías que tan amablemente puso a mi disposición para un trabajo que saldrá este mes, con fecha del año pasado y presupuesto de aquel ejercicio. Así anda actualmente nuestra economía.

Eso me hace pedir, desde aquí, el esfuerzo que necesitan las cuestiones del pueblo que secularmente han sido y son para todos, para evitar que nuestras tradiciones languidezcan, en el futuro, porque también lo haríamos nosotros.

Andrés Amorós se cuestiona si existe un teatro serio, porque tal parece dar a entender la presencia de un público culto y otro popular. ¿Qué es nuestro Misteri?, teatro popular o teatro serio. En un tiempo atrás sólo se le tuvo por esto último; pero quienes ahora gobiernan, desde el principio, han sabido aunar los dos conceptos. La Festa ha adquirido en estos veinte años gran predicamento y ha merecido la atención constante de un sector, culto y estudioso, que ha trabajado para popularizarlo.

No quedan con menor atención las fiestas de la Venida de la Virgen, que son la madre del cordero (consideración que podría escribirse en mayúsculas), arropadas como he comprobado por los principales representantes de nuestra Corporación municipal. El fervor público sobrepasa lo imaginable, y si son más difíciles de vender, por la imposibilidad de desprenderlas de su aspecto taumatúrgico, los representantes tienen el compromiso de regar estas raíces, tan nuestras, para mantenerlas frescas.

Nunca imaginé vivir lo que el 28 de diciembre en Elche: levantarme antes del alba; caminar todo el día, descansar para un frugal almuerzo y lavarme la cara, antes de esperar a Cantó, para ir a por la Virgen. Me animaba una intención, pero acabé "cloxit": imposible bajar del taxi, al volver a Santa Pola.

He acabado un año con una historia inolvidable, leyenda o realidad, y comenzado otro en familia, con cariñosas exclamaciones: ¡Es precioso este pañuelo!; ¡qué pulserita con charms, tan mona!, ¡es el libro que quería leer!

¿Puedo pedir más? Médico que soy, he trabajado sin saber ver milagros, pero algunos hechos escapan a la ciencia y necesito creer en lo que me enseñaron mis mayores. Aunque las imágenes religiosas son arte sugerente, hecho con intención científica, me apoyaré en su significado cuando me ocurra lo que al actor arriba mencionado.

Seguimos tan necesitados de bellas historias como en diciembre de 1370, y mientras no nos vayamos a la mierda escribiré de ellas, de ti y de mí: de nosotros.