E l problema hídrico que padecemos afecta nuestra cotidianidad, nuestras costumbres, nuestras necesidades. En un primer nivel, tenemos la costumbre de lavarnos, higiénico requisito de convivencia, obligadas abluciones. Tenemos necesidad de beber, condición de supervivencia, líquido nutriente. Constituyen necesidades básicas del uso del agua en cualquier sociedad que se precie. En el modelo de desarrollo de nuestra sociedad, en nuestro trabajo y por ende en nuestro progreso, que atañe a nuestro bienestar común, el uso del agua se torna indispensable cuando no imprescindible. Nuestra apuesta por el sector turismo y de servicios se asemeja más a una tradición, a un estilo de vida. Dar posada al visitante genera sin duda un consumo hídrico que puede llegar a duplicarse en zonas concretas y que por regla general aumenta en la mayoría de los territorios. La vitalidad que el turismo proporciona al sector de la construcción, que incluso le supera a veces como primera fuerza empresarial, edificando por doquier y la perentoria necesidad que reclaman nuestros cada día más sedientos campos, amplían la capacidad rogatoria acuífera y dibujan un panorama complejo para lo demandado de caudal hidráulico por los ciudadanos asentados entre las estribaciones del Sistema Penibético y la costa mediterránea.

El clima seco es parte de nuestra condición natural, la aridez de muchas de nuestras tierras constituye una característica propia, a pesar de la añagaza que la naturaleza nos ha brindado últimamente con sus lluvias festivas. Para un futuro inmediato nos pronostican una disminución gradual de las ya escasas precipitaciones y un aumento de las temperaturas. La renovación de nuestras humedades pendiente de una equivocada premonición. La sequedad de nuestras tierras suspira ante las crecidas fluviales en otros lares. Legos en la materia imaginamos ese ingente caudal de agua desaprovechado como solución inmediata a nuestros problemas. La imagen del Ebro, desbordándose a su paso por otras regiones, en nuestro sediento caso vale más que mil palabras escritas o pronunciadas por cualquiera de nuestros políticos. Nuestra prosperidad y calidad de vida depende de que nos resuelvan nuestra carestía. El ciudadano percibe que la resolución del problema alberga menos inconvenientes cuanto más alejada de la clase política se halla. Los técnicos, los leídos en climatología, los expertos sin implicaciones manifiestan con rotundidad y sin aspavientos la posibilidad de dotarnos de un plan hidrológico que contemple tanto las desaladoras como los trasvases. Sin perjuicios, sin privaciones para nadie. Fácil con consenso, imposible con polémicas.

A spiramos a poder seguir ejercitando el verbo usar en cuanto al agua se refiere. Ambicionamos que el efecto de su uso sea provechoso para nosotros y nuestra Comunidad. No queremos que la palabra uso adquiera en este caso el concepto de costumbre, de cuando llevamos a cabo algo rutinario que termina por degenerar de su espíritu primigenio. Pretendemos que nuestra manera de actuar con respecto al líquido elemento supere su elemental empleo continuado y habitual. Buscamos la concienciación en el equilibrio del uso que le damos y su escasez en nuestro entorno. Reclamamos nuestro derecho consuetudinario a usar el agua con la moderación que se precise pero con la inmediatez que se necesite.

Compromiso mancomunado de usar el agua con discernimiento, con razón adquirida desde nuestra adolescencia. Emplearla según la costumbre que ha llevado a que los especialistas en la materia manifiesten que en nuestra provincia se malgasta apenas agua. Andar al uso, contemporizar según vengan dadas. Estar en el buen disfrute, en el correcto aprovechamiento de un bien de tan primera necesidad. Declarar nuestra estima por su buen empleo. Amor al uso.

El agua y sus usos, como elemento fundamental y primario para el desarrollo de cualquier región o territorio, deben estar regulados por disposiciones que superen los egoísmos y las terquedades en posiciones que más parecen impedimentos al sistema democrático y solidario entre los pueblos.

Luis Prats Pérez es sindicalista y empleado de la CAM.