Son varios los medios que se han hecho eco de una noticia, que posiblemente para muchos de los lectores haya pasado desapercibida, pero que tiene un profundo fondo de búsqueda de igualdad entre hombre y mujer.

"Ni moras ni cristianas: género y poder en las fiestas de Moros y Cristianos de Alcoi", así titula la tesis final de un máster en estudios sobre mujer y género, avalado por la Comisión Europea y con el sello Erasmus de la Universidad de Granada, la antropóloga social alcoyana, Verónica Gisbert, en la que estudia los motivos por los que la mujer alcoyana no participa en igualdad de condiciones en la Fiesta.

Hay que reconocer el valor y el compromiso de Verónica, a la que quiero en nombre de muchas mujeres y hombres, felicitar públicamente y agradecer su valentía por abordar un tema tan controvertido como es la fiesta de Moros y Cristianos en Alcoi. Un pueblo, con una sociedad muy tradicional, donde la participación de la mujer en igualdad supone, según Gisbert, una "amenaza del orden social y simbólico alcoyano" porque supondría "una ruptura de los modelos de género asignados y supondría compartir las estructuras de poder y prestigio sociales". Y este cambio social, es muy difícil de asimilar para muchos que se escudan en viejos clichés para no dar respuestas a nuevas demandas sociales reclamadas por la mitad de la población, las mujeres.

La exposición de motivos de nuestra reciente Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género considera que "la Violencia de Género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión".

¿Por qué comenzar por esta definición? Carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión, esto es un reflejo de lo que pasa en sociedades donde la mujer tiene un papel poco relevante y siempre supeditada a la figura del hombre; el que toma las decisiones. No es casualidad que en sociedades tradicionales, éste sea el papel asignado a las mujeres y poco tiene que ver con la realidad que nos gustaría disfrutar.

No obstante, en nuestro país se ha producido un cambio importante en la sociedad, que no es suficiente, hace falta más, hace falta que de una vez por todas, se rechace cualquier forma de discriminación y se rechace cualquier forma de violencia. Tiene que producirse un cambio de valores y papeles, en donde las mujeres y los hombres seamos personas que, libre y responsablemente, trabajemos por una sociedad en la que el bienestar sea sinónimo de felicidad tanto en lo personal como en lo social.

Ahora bien, los cambios generan resistencias -y en estos momentos de esperanza, de que la igualdad entre mujeres y hombres es posible- la violencia contra las mujeres aparece como la resistencia más brutal que pueda aparecer contra la emancipación de las mujeres. Una violencia que se ha cobrado 56 víctimas en lo que va de año, tres de ellas, en la provincia de Alicante.

Las mujeres continuamos necesitando romper el silencio, levantar la voz y que nuestro derecho a la igualdad sea reconocido. Para ello son necesarias las políticas de igualdad, y este Gobierno ha creado las bases de estas políticas, creando el Ministerio de Igualdad, y posteriormente la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva entre mujeres y hombres. Son importantes las políticas que vayan consolidando cambios en valores, por ello la ley habla de enfoque integral y multidisciplinar en los procesos de socialización y educación.

Es necesario que los hombres se impliquen y nos ayuden a conseguirlo. Es necesario visibilizar el problema y que se implique toda la sociedad y consigamos entre todos el rechazo colectivo. La mayor participación de los hombres en la vida privada, en el mundo de los cuidados y los afectos supone un importante avance en ese necesario cambio de valores. La corresponsabilidad beneficia no sólo a la mujer sino a la sociedad entera, tal y como manifiesta con su trabajo Verónica Gisbert.