Una vez finalizada la guerra civil y dado el poco consumismo de los españoles de entonces, a un sombrerero de Madrid se le ocurrió la idea de promocionar la mercancía que el vendía con un curioso eslogan: "Los rojos no usaban sombrero". Obviamente el objetivo final era conseguir mover a los ciudadanos a comprar un sombrero bajo la amenaza de condenarles a formar parte de una minoría excluida y derrotada.

Ignoro sinceramente cuáles han sido las causas reales de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, quizá nunca se sepan o en el fondo estén tan entremezcladas que sea imposible separar las causas antitaurinas de las antiespañolas.

El que escribe estas líneas nunca ha sentido especial predilección por los toros, quizá más bien todo lo contrario. Mis primeros recuerdos en blanco y negro acerca de los toros eran especialmente negativos. Cada vez que emitían por televisión una corrida de toros se cancelaba la programación infantil, con lo cual el poder ver el episodio de tu serie favorita se retrasaba inevitablemente una semana. Además, si al final sucumbías a la tentación de seguir parte de la corrida te enfrentabas a un momento especialmente terrible con el toro reculando hacia la barrera, sangrando por la boca, esperando su final totalmente rodeado por torero y su cuadrilla. Si a eso le sumamos la falta de pericia que en ocasiones se producía en el descabello final el toro, no se facilitaba un incremento de mi afición por dicho espectáculo sino más bien cierta repulsa.

Mi padre siempre ha sido un gran aficionado a los toros y a pesar de conseguir algo tan difícil como que heredara su amor al Atlético de Madrid nunca consiguió que me interesara el mundo taurino sino más bien todo lo contrario. Siempre tuve muchas conversaciones con él sobre el tema y he leído varios alegatos en un sentido o en otro.

Curiosamente mi punto de vista cambió al visitar un matadero y comprobar que las condiciones de la muerte de los animales no eran mucho mejores. Si a esto le unimos que los toros llegan a las plazas tras tres o cuatro años de vida bastante apacible y no a los seis meses en el matadero tras una vida prácticamente de solo engorde, creo que al menos se crea una duda razonable.

Últimamente acudo con unos amigos cada años en las fiestas de San Juan a una de las corridas de la feria, y también he de decir que no es lo mismo verlas en la televisión que acudir a la plaza. No obstante, a pesar del ambiente de fiesta, música que se respira en el coso taurino siempre me sobrecoge el momento de la muerte de un animal tan noble como el toro. Discrepo de aquellos taurinos que indican que realmente el toro no sufre durante la corrida, ya que estoy seguro que lo pasa muy mal. Al menos en la corrida que vi el año pasado uno de los toros fue indultado y según decían pasaría el resto de su vida como un semental.

A pesar de los argumentos favorables o en contra de la fiesta nacional, en sí por el tema de la vida y muerte del toro, sobrevuela que en Cataluña se han cargado los toros precisamente por eso, por ser nacional y española. Desde Cataluña se niegan a admitirlo pero también es cierto que miraban a otro lado cuando se prohibieron en algunos albergues ver la final del mundial solo porque participaba la selección española, ahora llamada "La Roja" para no molestar a nadie.

Dicen los entendidos taurinos que en Barcelona las corridas de toros se han ido apagando lentamente y que ya han dejado ser parte importante de la fiesta taurina española. Quizá de forma parecida a "los rojos no usaban sombrero" se ha acuñado el slogan "los españoles van a las corridas de toros". A mí personalmente me molestaba que la imagen que se tenía o transmitía de España era la sevillana bailando flamenco o el torero con las banderillas en la mano, no obstante de eso, a prohibir corridas o bailes nocturnos flamencos hay cierto trecho.

Ha podido seguir a través de mis "amigos" de Facebook ciertos hilos de apoyo o atacando a la decisión del parlamento catalán. Aunque la mayoría eran de "defensores de los animales", sí que han surgido una gran cantidad de comentarios enfrentando las realidades española y catalana.

Para mí el gran problema es este, estamos perdiendo la unidad que debe tener cada país para funcionar bien. Se transfirió la educación a las comunidades autónomas y algunas de ellas lo han utilizado como arma arrojadiza contra la misma entidad que se lo dio. Perdemos nuestra identidad, nuestra historia como país. Pasamos de estar orgullosos de las cuevas de Altamira a que en cada comunidad se destaquen pequeñas cuevas de mucho menor interés, es posible que la gesta española en Lepanto que en parte defendió el modelo europeo frente al turco sea enterrada en los sótanos de los libros locales de historia y así muchas más. Se crean odios entre comunidades tergiversando la historia, a lo mejor es momento de recuperar parte de las transferencias educativas y culturales, volviendo a la idea de que somos un país formado con varias comunidades con sus peculiaridades pero que tras tantos siglos de historia juntos hay más cosas que nos unen que nos separan.