Al cronista le gusta el verano. Pero no un verano cualquiera. Su verano está en las montañas, en los bosques, entre frescos torrentes que se convierten en ríos y donde acogedoras cabañas de madera ponen su nota civilizada para tomar una copa o degustar un grueso steak a la parrilla. Algo parecido a los montes que rodean el Parque de Yellowstone. O mejor, sin duda, los alrededores del lago de Wakapooga, con su concurso anual de pesca: ese territorio salvaje por el que transita el jefe indio Águila Voladora, siempre dispuesto a dar un consejo al turista inexperto, a venderle un auténtico tomahawk de sus antepasados.

Lo cierto es que el cronista no sabe, a ciencia cierta, si existe el lago de Wakapooga. Solo lo ha visto en el cine. Se lo mostró, en 1964, Howard Hawks en Su juego favorito, una suerte de nueva versión de La fiera de mi niña (1938) en la que una encantadora y enloquecida Paula Prentiss -versión sesentera de Katharine Hepburn- trataba, con todas sus artimañas, de convertir al farsante de Rock Hudson en un auténtico pescador de salmones, haciéndole abandonar su condición de vendedor de artículos de pesca y autor de un exitoso libro sobre el asunto, sin haber cogido, jamás, una caña entre sus manos. Una comedia de enredo muy Hawks: con sus héroes masculinos torpes, atribulados, e incapaces de escapar de las argucias de mujeres atractivas, modernas y terriblemente inconscientes que, como Paula, acaban siempre llevándose el gato -en este caso el pez- al agua.

Su juego favorito es el verano nunca vivido en las montañas y regalado por Hawks gracias, sobretodo, al magnífico uso del color utilizado en el filme, a sus escenarios naturales y a los de estudio, tan funcionales y sugerentes, que uno no tendría inconveniente en pasar un mes de agosto entre esos decorados de cartón piedra, siempre y cuando no le faltase el aire acondicionado y una copa de martini. Aunque ya lo decía Rock Hudson, citando a Confucio en una escena de la película: "Pescador que toma demasiados martinis, solo pesca aceitunas". Es la magia del cine que todo lo inventa: los sueños, los estados de ánimo, el alma inaprensible de las estaciones. Con el añadido del optimismo y la diversión que siempre propuso Hawks en sus comedias: sacar al espectador, mediante un proceso de identificación, de su rutina, sumergiéndole en un mar de rocambolescas situaciones para conducirle a un final feliz del que saldrá con nuevos recursos para seguir existiendo. ¿Y que más se puede pedir a cambio de una entrada de platea?

Hawks, que de artesano pasó a maestro, gracias al espaldarazo de Cahiers du Cinema, y a que el público jamás fue estúpido, con Su juego favorito (1964) filmó su última comedia, homenajeándose -o copiándose- a sí mismo. Atrás quedaban La fiera de mi niña (1938) Bola de fuego (1941), La novia era él (1949) Me siento rejuvenecer (1952) Los caballeros las prefieren rubias (1953) y Hatari que, tras su etiqueta de amable aventura, no dejaba de ser una trampa saducea para que Elsa Martinelli -atractiva, moderna y enloquecida- liase en su tela de araña a un torpe y atribulado cazador llamado John Wayne. Pero esto es ya un verano en África, en la calurosa sabana, que se puede conseguir por el mismo precio que una estancia en Wakapooga.