Cuando veo la pieza de Ripollés en el paseo del puerto de Alicante, reconozco que este es su lugar idóneo, ya que, junto con el pretendido homenaje a las fuerzas armadas españolas, monumento colocado unos metros más allá, o la fachada sin calificativos del nuevo casino, en la zona recreativa del puerto, compruebo que nos ofrecen, en este escaparate principal de la ciudad, la imagen perfecta de la idea de cultura que tienen nuestros políticos. Una ubicación que no se ha consultado con ningún profesional o técnico cultural, pero por eso mismo constituye una imagen real de lo que estamos trasmitiendo de Alicante: la inexistencia de un proyecto cultural, sin debate, consenso, ni diálogo con las fuerzas vivas, para definir la imagen que debemos o podemos dar.

Esta pieza de Ripollés, de forma humanoide, hubiera quedado graciosa, más o menos lúdica, en un espacio arbóreo, donde hubiera jugado con su volumen como un elemento más, integrándose en el paisaje. Pero, en un espacio urbano casi diáfano donde tiene que interactuar con arquitecturas tan potentes como la casa Carbonell, se convierte en un elemento molesto. Sólo un absoluto desconocedor de lo que es una escultura y su interactuación con el medio ha podido decidir una ubicación tan nefasta. Cómo se piensa en la ciudad, sin un mínimo estudio en el que se hayan analizado las alturas, los volúmenes, los puntos de visión,É.

Si otras ciudades para revitalizar el patrimonio artístico urbano cuentan con nombres prestigiosos y avalados arquitectos o artistas, para crear un hito contemporáneo, es decir, una imagen potente que represente a la ciudad, que dialogue con el pensamiento y las formas de nuestro tiempo en convivencia con nuestro pasado, creando una imagen que pueda traspasar fronteras, reclamo turístico y cultural; en Alicante, en su escaparate más importante, que desde principio de siglo, desde la inauguración del Monumento a Canalejas, en 1916, o el Monumento a los Mártires de la Libertad en 1907, hoy desaparecido, no se había realizado ninguna intervención escultórica de ciertas dimensiones, se escoge a un artista poco reconocido a nivel nacional, sin ninguna conexión con Alicante y sin ninguna imagen en el exterior.

Un gesto tan importante como éste, por lo que tiene de imagen de la ciudad al mundo, se convierte en una broma de mal gusto. Pero ya sabemos que Alicante es la ciudad de los despropósitos. La cultura ocupa ese lugar desastroso, en el que cualquiera se adjudica la autoridad para decidir sin consensuar nada con los expertos, artistas o técnicos, de tal manera que Alicante se llena de mamotretos y de formas estúpidas. Esto es lo que tenemos y esta es la imagen que damos. ¡Visca Alacant!