Aún vemos en estos días la propaganda para la inauguración del nuevo acceso al castillo de Sax. En ella se insiste en que se trata de "la recuperación del acceso histórico", un camino, en fin, "hacia nuestra historia". Durante meses hemos expuesto una y otra vez lo que la evidencia histórica local nos dice sobre ese acceso desde el pueblo al castillo. Ahora, reiteramos que esos eslóganes de supuesta recuperación histórica son sólo propaganda cínica ya que el Ayuntamiento sabe que no se puede demostrar lo que dicen.

No hay ninguna prueba de que se recupere ningún acceso medieval. El único escueto documento escrito al que se aferra el Ayuntamiento es el que se encuentra en Madrid, en el Archivo Histórico Nacional y que se refiere a las tomas de posesión de la villa y de la fortaleza por el aristócrata Diego López Pacheco, en el año 1468. Se otorga importancia decisiva a ese texto, que ha servido como leiv motiv para las funciones teatrales de la inauguración.

Casi hasta el hartazgo, hemos recalcado que en ese documento no hay ninguna descripción ni indicación del camino que tomó el aristócrata para subir al castillo. Y la única verdad objetiva es que hace cuarenta años, en 1970, el que fuera cronista de la Villa, Francisco Ochoa, lo interpretó sin ajustarse a la praxis exigible por el método de investigación histórica. Sobre aquel día de 1468, el viejo documento al que apela el Ayuntamiento tan sólo decía:

Primero: Que el aristócrata tomó posesión del pueblo "en la plaza de la Villa", o sea, donde se encontraba el Ayuntamiento. En realidad, no se sabe dónde pudiera estar el Ayuntamiento en 1468. Aunque bien podría ubicarse en la plazuela de San Blas, de ese documento nada puede deducirse y así lo reconoce el propio Ochoa.

Segundo: Que, finalizados los actos de la toma de posesión de la villa, "pasaron al castillo". Y fue tan sólo esa expresión de "pasaron al castillo" la que dio pie a la libre interpretación del antiguo cronista, que condujo al aristócrata por la senda rocosa sólo con la figuración de que se trataba de "el camino más corto".

Es decir, Ochoa planteaba una hipótesis sobre la base de dos suposiciones consecutivas. Y solo con esos mimbres, hoy, en 2010, se quiere aún seguir sosteniendo que los armatostes, vigas metálicas y vallas de reformatorio que se han instalado nada menos que en el entorno de un Bien de Interés Cultural, constituyen toda una " recuperación histórica". Ni qué decir tiene que ninguna de esas dos antiguas especulaciones ha podido ser verificada por la investigación en estos cuarenta últimos años.

O sea, nuestros gobernantes más próximos utilizan una especulación sin fundamento para legitimarse despreciando así la validez del auténtico conocimiento histórico, hasta ahora tenido por científico.

Como es lógico, frente a sus engañifas es posible oponer cualquier otra teoría explicativa, siempre limitada por el hecho de que debería verificarse para superar el umbral de la hipótesis. Una de esas alternativas pudiera ser:

¿Es que acaso, tras tomar posesión de la Villa, no podría el aristócrata dar un rodeo y subir al castillo por algún camino de la ladera norte que fuera mucho más accesible para su séquito e impedimentas? Se nos podría responder que no hay huellas del tal caminoÉ Pero sin tardanza podría replicarse que el relieve terroso de la parte norte es mucho más cambiante que el de la rocosa ladera sur, donde tampoco hay evidencias de lo que el Ayuntamiento pregona. Por otra parte, es un hecho que los más antiguos vestigios arqueológicos musulmanes se sitúan en aquella parte de la Peña, mirando hacia el Plano. Esta suposición, entre otras, no sería menos válida que la del Ayuntamiento. La diferencia radica en que no nos atreveríamos, sin contraste científico, a hacerla verdad; es decir, a crear un nuevo mito, y menos a costa del erario y agrediendo una zona protegida cultural y medioambientalmente.

Al nuevo acceso se le ha otorgado el título de "el camino medieval al castillo". Pero es una titulación no homologada. Todo se basa en vetustas imaginaciones propias de un momento de la investigación histórica local que ya está muy superado. No deberían admitirse actuaciones así en pleno siglo XXI, pero ya ven.

En el año 1970 y según sus previas convicciones, el viejo cronista Francisco Ochoa conducía al aristócrata por la difícil ruta rocosa del sur. Ochoa quería salvar la obvia dificultad sosteniendo que en el siglo XV era fácil la subida por existir en la senda unas "corachas almenadas". Pero el cronista no daba ninguna explicación o prueba de la existencia de esas construcciones, que tampoco se han detectado en las actuaciones arqueológicas de estas últimas décadas.

Para que el camino fuera algo fácil para todo un séquito aristocrático, hubiera tenido que salvarse la muy elevada pendiente con obras de envergadura, de las que no hay pruebas. Y si se dan cuenta eso es lo que ha hecho ahora el Ayuntamiento: una gran obra, pero no, claro está, por su belleza. Grande es por su horror y también por la gigantesca cantidad de chatarra, plataformas y elevadas vigas que se ha ordenado colocar en un paraje natural protegido. Se salva así el brutal desnivel de la senda, y podrá resultar cómodo deambular por esas estructuras de complejo vacacional chabacano.

El auténtico propósito municipal no era otro que habilitar una nueva infraestructura turística investida de historicismo. Y, en fin, no hemos obtenido más que eso: la historicidad ramplona de los parques temáticos, eso sí, aquí del todo ofensiva por tener lugar en un sitio como la Peña del castillo de Sax.