Antes de Bardem, conocimos a otros. Él mismo se lo aclaró al mundo desde el teatro Kodak cuando recogió el reconocimiento de Hollywood por "No es país para viejos". Recordó así que aquel país, como éste, es lo que fueron sus predecesores, los hombres y las mujeres que nos enseñaron los valores y el esfuerzo desde la experiencia y el oficio, a los que agradeció que su trabajo alumbrara el suyo propio, que su voz lejana resonara en boca de otros cómicos como él. La sucesión de Matilde Muñoz Sampedro y Rafael Bardem, sus abuelos, como la de Julia Caba Alba o Pepe Isbert, como la de Rafaela Aparicio o Fernando Rey, llegó hasta Candela Peña o el joven Bardem, y tantos otros, a través de la amplia generación de su madre, lo que parece lógico, una generación enriquecida por la labor de actores como Juan Diego, cuya voz nos ha trasmitido la eficiencia dramática y la honestidad civil.

Con esa voz, una voz que nos acercó el eco de la memoria propagada desde "Cultura contra la impunidad" (Hernández, 2010) se inauguró el Festival, la 33ª edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Elche, y con esa voz se cerrará, una voz que, si se la reprodujéramos a los espectadores más jóvenes, sin asociarla a imagen alguna, la reconocerían como la del comisario y suegro del Paco policía y televisivo. Reducirlo sólo a eso es injusto pero no inmerecido. De hecho, fue en ese medio donde comenzó a despuntar el actor sevillano desde el arranque de su carrera, cuando proliferaba en las décadas de los sesenta y setenta el teatro de "Primera fila" o "Estudio 1", incursiones desde los escenarios, a las que le seguirían series televisadas, hasta que el gran público lo descubrió como el señorito Iván de "Los santos inocentes" (Camus, 1984), película en la que compartiría cartel con algunos precursores de su oficio.

El diálogo con sus antecesores, y a la par con el pasado de este país, siguió en películas como "La corte del Faraón" (García Sánchez, 1985), "El viaje a ninguna parte" (Fernán Gómez, 1986), "Dragon Rapide" (Camino, 1986), "Jarrapellejos" (Giménez Rico, 1987), "La noche oscura" (Saura, 1989), "La noche más larga" (G. Sánchez, 1991), "El rey pasmado" (Uribe, 1991), por el que obtuvó su primer Goya gracias al capuchino Villaescusa, "You're the one" (Garcí, 2000), "Torremolinos 73" (Beger, 2003), o "El séptimo día" (Saura, 2004). Curiosamente, trasladó ese mismo desafío hacia los talentos venideros que anunciaba el prometedor presente en "Remake" (2007), "Vete de mí" (García León, 2006), con premio en San Sebastián, "La vida que te espera" (Gutiérrez Aragón, 2004), "Noviembre" (Mañas, 2003), "Smoking Room" (2004), "Fugitivas" (Hermoso, 2000), "París-Tumbuctú" (Berlanga, 1999), otro Goya y el agradecimiento público del director valenciano por "tener las pelotas de salir en pelotas", y "Jamón, jamón" (Bigas Luna, 1992), en el que el relevo tenía sabor a tortilla de patatas. Todo esto sin abandonar el teatro, por el que tanto ha luchado y por el que se ha hecho oír tantas veces, sobre todo, junto a Concha Velasco en 1971 a raíz del movimiento reivindicativo para la mejora de las condiciones laborales de los actores. Y haciendo teatro para el cine, como "Tirano Banderas" (G. Sánchez, 1993), "Yerma" (1998) o "Martes de Carnaval" (G. Sánchez, 2008). Nada menos que las muestras de una convicción hecha oficio.

Ese es el premio del público y, por ende, de un festival que se hace con ese público al que se le cala por sus risas y su algarabía e, incluso, su silencio en la oscuridad del Hort del Xocolater después de tantos años. Por eso es especialmente significativo el reconocimiento a una manera de resistencia y compromiso en esta edición en la que el Festival, el Festival de ese público expectante de julio, se ha visto sometido, sobre todo en el palmarés, a las inclemencias propias de las tempestades financieras. Reafirmamos este año con Juan Diego los valores que han hecho que este Festival se alce con una voz propia que destaca sin estrépito pero con suficiente nitidez y firmeza entre las abundantes sugerencias cinematográficas, y de tal modo esperamos que se repita tras cada clausura.