o es que esto pase rápido y que parezca que fue ayer la cita anual de la "Noche de Economía Alicantina", es que ahora se celebran dos por temporada. Una, la de la otoño/invierno y, otra, la de primavera/verano. Bueno, en esta ocasión ha caído en plena canícula. Pero, como todo el mundo está notando, no nos encontramos ante una canícula cualquiera. Promover una "Noche de la Economía Alicantina", de la mano de la Cam, con la presencia del presidente de la Generalitat, del vice presuntamente económico, del presi de la Dipu y del Consorcio de Residuos, del "pichichi" Ortiz, no sé si también de la alcaldesa de Orihuela y del alcalde de Benidorm y de buena parte de los intérpretes del Sip más marchoso -porque se pueden hasta marchar, claro- jamás diseñado es como disparar, si me lo permiten, un festival pirotécnico a la altura del golfo de Méjico en donde no paran de sacar toneladas y toneladas de crudo que siguen a su aire. Evidentemente aquello es un polvorín controlado al lado de lo de aquí. La marea autóctona que, en estos momentos tan divinos, se ha sumado a la marea negra internacional que teníamos encima, marea. No es fácil construir un mensaje de aliento en una encrucijada de tomo y lomo cuando el territorio en cuestión, éste, está quedándose huérfano de referentes. Camps construirá el suyo, en línea con los que viene repitiendo hasta la saciedad y que, en resumidas cuentas, viene a reincidir en que somos los mejores. Pero, a estas alturas de la película, sinceramente suena huero. Los que aún tiran del carro por inercia y porque hay que sobrevivir necesitan otra cosa. Clarificación, diligencia e ideas. Todo lo demás en clave grandilocuente, no sirve. Más que nunca es necesario reinventarse. Cualquiera se sorprende de que el patrón de la Cámara no supiera en las últimas horas cómo enfocar su discurso. Eso le pasa por ser un optimista incurable. Otro es posible que lo tuviera facilísimo. Apenas un responso.